Gente corriente

Blai López Sánchez: «¿Tengo que jugar a fútbol para ser como los demás?»

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GEMMA TRAMULLAS

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Blai es un chico alegre, dulce y fuerte, hijo único de una administrativa y un mecánico vecinos de Martorell. A punto de cumplir 13 años, ha vivido una amarga experiencia escolar por preferir el baile a la pelota pero ahora celebra que en septiembre empezará a estudiar segundo de la ESO y danza en el Institut del Teatre de Barcelona. Su historia demuestra que la herencia más valiosa que los adultos pueden dejar a los niños es animarles a ser ellos mismos.

Un Billiy Elliot en Martorell. Tras una dura experiencia escolar, podrá dedicarse a bailar sin recibir insultos.

-¿Desde cuándo bailas? Desde siempre. Mis padres se dieron cuenta de que yo no disfrutaba chutando una pelota sino bailando, y me preguntaron si me gustaría aprender. Tenía 6 años y les dije que me daba un poco de miedo que los otros niños se rieran de mí.

-¿Tan pequeño y ya tenías esa percepción? Sí, pero mis padres me dijeron que no pasaría nada y que, si pasaba, saldría adelante. Así que lo probé y me gustó. Al principio nadie me trató mal, pero cuando empecé a bailar en serio empezaron los problemas. Me apunté a una nueva escuela, 113 Dansa, de Olesa de Montserrat [foto], donde hago danza clásica, contemporánea, hip-hop y jazz y allí es donde mejor me siento.

-¿Podrías explicar qué problemas tuviste? Encontrarte con gente de tu clase que te insulta, que te mira con mala cara, que se ríe de ti… Muchos días llegaba a casa hecho polvo, me metía en la cama, me tapaba y me quedaba allí llorando. Mis padres fueron a hablar con mi tutora, que me ayudó, y dejaron de insultarme tan abiertamente dentro de la escuela, pero entonces los insultos empezaron a llegar por WhatsApp.

-¿Qué te decían? «Maricón», «nenaza»… También utilizaban «gay» como insulto. ¿Por qué si bailas tienes que ser gay? Y si eres gay, ¿cuál es el problema? ¿Cómo puede ser un insulto la manera de ser de una persona?

-¿Y tus compañeros no te defendían? Los que insultan buscan el momento en que estás solo para hacerte más daño y yo prefería no contarles nada a mis amigos. A la hora del recreo me sentaba a charlar con las chicas y aquello me hacía aún más diferente. Era el único chico de la escuela que hacía danza y encima iba con chicas. ¿Pero qué tenía que hacer? ¿Jugar a fútbol o a baloncesto para ser como los demás chicos? ¿Dejar de ser quien soy?

-Seguramente muchos lo hacen. Es increíble que a estas alturas aún haya tan pocos chicos que bailen. Hay gente que no entiende que no hay nada que sea solo para chicas o solo para chicos. Piensan que si eres un chico no te puede gustar el color rosa, no puedes jugar con muñecas, no puedes bailar. Yo tengo la suerte de que mis padres me han ayudado mucho y que en la escuela de danza me han motivado para seguir adelante.

-¿Qué sientes cuando bailas? Me gusta expresar en cada momento lo que siento y la danza es mi vía de comunicación con las personas.

-Supongo que te han dicho que tu historia recuerda mucho a la de la película Billy Elliot, que trata de un niño de un pueblo minero de Inglaterra que quiere ser bailarín. Me lo dicen mucho, pero hay una gran diferencia. El padre de Billy le apunta a boxeo y se opone a que baile, en cambio mis padres me han animado a hacer lo que me gusta y a luchar por ello; me han ayudado a superar los problemas y han dejado de hacer muchas cosas para que yo pudiera ir a danza. Les estoy muy agradecido.

-¿Qué significa para ti dejar el instituto y continuar la ESO en el Institut del Teatre? Es muy importante para formarme como bailarín, pero también porque aquí todos vamos a lo mismo y somos iguales. Por fin voy a poder ser uno más.