TRAGEDIA EN UN PUEBLO ALBACETEÑO

El asesino de la niña de 13 años se mata tras 6 horas acorralado

Personal sanitario trasladan a una ambulancia con uci al asesino de El Salobral.

Personal sanitario trasladan a una ambulancia con uci al asesino de El Salobral.

MAYKA NAVARRO
MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

De nada sirvieron las seis horas durante las que un negociador de la Guardia Civil intentó convencer a Juan Carlos Alfaro, de 39 años, de que lo más sensato era entregarse. Atrincherado, había pedido tabaco y otro móvil, porque el suyo se quedó sin batería. Habló con su padre y con unos tíos a los que dejaron acercarse hasta la caseta familiar en la que Alfaro se escondió tras asesinar de cuatro disparos el sábado a Almudena, la niña de 13 años de la que decía estar enamorado, y a Ángel Delicado, de 43, camionero en paro, que había salido a fumar. Alfaro hizo creer que se iba a entregar. Sobre las tres de la tarde abrió la puerta de la caseta y salió, pero con una pistola en la mano. Delante de los guardias civiles se acercó el arma a la sien y se descargó un único tiro.

Alfaro puso así punto final a una trágica historia que ha conmocionado este fin de semana el pequeño pueblo de El Salobral, una pedanía con poco más de 1.000 habitantes a 14 kilómetros de Albacete.

Pero para la madre y la abuela de Almudena la tragedia empezó hace dos años, cuando la niña, con solo 11, empezó a salir con Juan Carlos Alfaro, que entonces tenía 37. Una diferencia de 26 años de edad que ni la madre ni la abuela entendían, ni consentían, ni permitían.

Almudena se mantuvo en sus trece y siguió con la relación, a pesar de la oposición familiar. Pero hace unos meses, la niña decidió cortar definitivamente. Alfaro había denunciado a la madre por amenazas de muerte y rayarle el coche, y esta al hombre en varias ocasiones por la relación que mantenía con la hija.

No hacía tres días que la madre había hablado con un responsable del puesto de la Guardia Civil de Albacete para advertirle de que Alfaro iba con una escopeta en el coche, y que cualquier día mataría a su hija. Ese día fue el sábado, y ayer, los gritos desgarradores de la madre a los guardias civiles que la intentaban consolar eran el testimonio de la impotencia y desolación: «Ahora, ¿verdad? Ahora. Os lo dije. Os lo dije. Os dije que la mataría. ¿Y ahora qué?».

Fue la madre también la que alertó a la Guardia Civil de que el asesino podía estar en la caseta familiar. Allí había ido en alguna ocasión con Almudena para esconderse.

RECIBIDOS A TIROS / Cuando a las nueve de la mañana se acercaron a la caseta, los guardias civiles fueron recibidos a tiros. A gritos, Alfaro aseguró a los agentes que si no se acercaban, no volvería a disparar. El negociador estuvo seis horas hablando con él. Al mediodía, el asesino telefoneó a varios amigos y familiares, lo que fue interpretado por los investigadores como una señal de que se estaba despidiendo. Pero luego pareció que entraba en razón y que se entregaría.

Cándida, su madre, ya había dicho que su hijo estaba «deprimido» porque no le dejaban ver «a la cría». A Almudena, la niña a la que le gustaba el heavy metal, y a Delicado, el camionero que de vez en cuando salía a cazar con su asesino, los enterraron ayer. A Alfaro, los médicos le mantuvieron el pulso hasta las seis y media de la tarde. El tiempo necesario para extirparle los órganos. El asesino era donante.