SUCESOS

La catalana de la falsa violación en Roma se expone a 4 años de cárcel

ROSSEND DOMÈNECH
ROMA

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Roma iluminó días atrás el Coliseo en solidaridad con Adriana A.G., de 23 años, vecina de Olot, estudiante de ingeniería y química con una beca Erasmus, quien dijo haber sido violada a dos pasos de la plaza de España, en pleno centro de la capital italiana. «Un gesto simbólico para evitar que episodios de este tipo permanezcan en la sombra», explicó el alcalde, Gianni Alemanno.Sin embargo, este episodio en concreto más hubiera valido que se hubiera quedado en la sombra. La agresión había sido inventada, y ahora la que puede verse a la sombra es Adriana. En libertad con cargos, deberá responder ante la justicia de las acusaciones de simulación de delito y declaraciones falsas, por las que puede ser condenada a cuatro años de cárcel. Aunque, dada la falta de antecedentes, probablemente la dejen libre, a la espera de que lo ocurrido le haya enseñado algo.

En el origen de todo este lío está un juego sexual que a la chica se le fue de las manos. Adriana y su novio se divertían jugando a que ella era una prostituta callejera, que se dejaba comprar por algún cliente mientras él permanecía en su casa. Después le contaba los detalles. Pero el 19 de febrero sucedió que el condón usado en una de estas relaciones ocasionales se rompió y la joven temió contraer alguna enfermedad, por lo se presentó en un hospital e ingenió la historia de la violación creyendo que con ello se aseguraba que sería «atendida de manera apropiada», como acabó confesando.

CONTRADICCIONES / Los médicos hallaron signos de una relación sexual, pero no de agresión. La chica insistió en que le hicieran «algo» que evitase una eventual enfermedad, y llamaron a la policía. Los carabineros llevaron a la joven hasta el lugar donde según ella habían ocurrido los hechos, la Salita de San Sebastianello, un callejón que desde la plaza de España sube hasta los jardines del Pincio. Adriana explicó que había ido «para coger el coche y volver a casa» y se había topado con dos chicos «que hablaban italiano». «Me pararon con una excusa y luego se abalanzaron sobre mí y me arrastraron hacia los coches aparcados», afirmó.

Se movilizaron colectivos de mujeres, la embajada española prestó asistencia legal y psicológica a la víctima, y la oposición de izquierda clamó contra el alcalde por el aumento de la inseguridad. Pero el rastreo del teléfono móvil de Adriana reveló que esa noche su aparato estaba en la zona de la basílica de San Juan de Letrán, bastante lejos de la plaza de España. Las cámaras de vigilancia tampoco mostraban nada fuera de lo común, aunque los carabineros recogieron igualmente algunas muestras y huellas digitales en varios coches. Nada cuadraba con el relato de la chica. Hasta que, abrumada, decidió contar la verdad.