Apoyo al satélite SMOS

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EXPEDICIÓN MALASPINA / 24 de febrero del 2011

LUIS MAURI

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Y el quinto día descansó, el temporal. Se acabaron las montañas rusas, el tedio y las caras sombrías a bordo del 'Hespérides'. Todo el mundo de vuelta a las mediciones (oxígeno, temperatura, conductividad, salinidad, nutrientes, alcalinidad y densidad del Índico en distintas profundidades) y a la recogida, filtrado, fijación, etiquetaje y almacenaje de las muestras de agua, plancton, bacterias y virus oceánicos.

El trabajo de los investigadores, detenido durante cuatro días consecutivos a causa del fuerte temporal que ha batido al 'Hespérides', se ha reanudado en la madrugada de hoy, jueves, a 645 millas (casi 1.200 kilómetros) al sur de las islas Mauricio, en el paralelo 30 sur. La vuelta a la actividad, celebrada a bordo por todos con los dedos cruzados para que no haya más interrupciones que pudieran comprometer los resultados de esta etapa de la Expedición Malaspina, ha coincidido con el lanzamiento de la primera boya SMOS en el Índico.

Esta y las otras 16 boyas SMOS que los expedicionarios de Malaspina dejarán en los océanos del planeta tienen la misión de contrastar los datos que envía el satélite de la Agencia Espacial Europea SMOS sobre la humedad terrestre y la salinidad marina. "Es una información valiosa para entender mejor el cambio climático", explica la oceanógrafa vallisoletana Rocío Rodríguez, de 30 años, responsable de las cinco boyas destinadas al Índico. Estos instrumentos, que quedan a la deriva de las corrientes, llevan sensores que miden la conductividad, la temperatura, la profundidad y la salinidad del agua. Mediante un equipo transmisor que incorpora la boya, esos datos son enviados a tierra, donde se usan para verificar las mediciones que hace desde el espacio el satélite SMOS.

Este satélite, puesto en órbita en el 2009, obtiene datos sobre el ciclo del agua en el planeta, las sequías y las inundaciones. Esta información, además, debe contribuir a mejorar la técnica de la predicción meteorológica. Pero para todo ello es necesario comprobar la exactitud de los datos que envía el satélite. Y aquí es donde entran en juego las 17 boyas que Malaspina está echando al mar.

SMOS (siglas inglesas de humedad del suelo y salinidad de los océanos) es el primer proyecto de la Agencia Espacial Europea liderado por la industria aeroespacial española. Tras más de 10 años de trabajos, el satélite fue lanzado el 2 de noviembre del 2009 desde la base rusa de Plesetsk. El presupuesto de la operación asciende a 300 millones de euros, de los cuales España aporta una tercera parte.

El satélite lleva una antena con tres brazos y 69 sensores que detectan las radiaciones microondas emitidas desde el globo terrestre. Pesa casi 660 kilos y orbita a una altura de casi 760 kilómetros. Uno de los dos directores científicos del proyecto es el catalán Jordi Font, profesor del Institut de Ciències del Mar de Barcelona, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).