LA MISIÓN CIENTÍFICA DEL 'HESPÉRIDES'

La maldición del mar

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EXPEDICIÓN MALASPINA / 18 de febrero del 2011

Las travesías marítimas prolongadas requieren disponer en el buque de un servicio médico adaptado a las circunstancias

El alférez de la Armada Antonio García Avilés, enfermero en el 'Hespérides'.

El alférez de la Armada Antonio García Avilés, enfermero en el 'Hespérides'. / periodico

LUIS MAURI, a bordo del 'Hespérides'

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Ha llovido mucho sobre los océanos desde que el médico de la Royal Navy James Lind y el legendario capitán James Cook derrotaron al temible escorbuto. Hasta la segunda mitad del siglo XVIII, los marineros embarcados en largas travesías caían diezmados por una misteriosa enfermedad. La maldición del mar comenzaba a manifestarse con la aparición de unos hilillos de sangre en las encías, luego llegaban las hemorragias en las articulaciones y un agotamiento invencible. Muchos enfermos morían a bordo sin que nadie supiera cómo procurarles alivio.

En uno de sus viajes, Lind impuso dietas distintas a varios grupos de marineros y observó que los que tomaban frutas y hortalizas frescas, especialmente cítricos, no enfermaban. La maldición no era otra cosa que carencia extrema de vitamina C. Aún hubieron de pasar años para que la medicina oficializara la tesis de Lind, pero Cook confió en él desde primera hora y obligó a sus marineros a comer cítricos y col fermentada (choucroutte) durante sus larguísimas campañas de circunnavegación del planeta. Ninguno de ellos enfermó (de escorbuto, claro).

Afortunadamente, hace mucho tiempo que el escorbuto no preocupa a los médicos navales. Pero, ¿qué inquieta al enfermero del Hespérides?

"El barco lleva una UCI móvil para estabilizar a un enfermo o accidentado de gravedad hasta que pueda ser evacuado en helicóptero, a otro barco o a puerto. Y como toda unidad militar, tenemos un servicio permanente de teleconsulta con el Hospital Central de Defensa Gómez Ulla", explica el alférez de la Armada Antonio García Avilés, nacido hace 37 años en Sucina (Murcia). Si la travesía es en aguas españolas, él es el único sanitario a bordo. Si se navega por aguas internacionales, como en esta expedición, un médico militar se incorpora a la dotación. "Pero, como bien dice el comandante, aquí el objetivo es que ni el médico ni yo tengamos que trabajar ni un solo día", apostilla García.

La mayoría de las consultas que el enfermero recibe a bordo se refieren a resfriados, dolores de cabeza, mareos. También a pequeños accidentes: desde que el Hespérides zarpó de Ciudad del Cabo, hace una semana, García ha atendido a tres expedicionarios por contusiones en dedos de la mano, todos ellos aplastados por los botellones de 30 litros con los que se recogen muestras de agua de la superficie. Dos son contusiones leves; el tercero tiene una falangeta fracturada. Ninguno de los tres ha abandonado ni cinco minutos su trabajo.

Pero no siempre es tan sencillo. En los tres años que lleva destinado en el Hespérides, García ha atendido varias urgencias graves. El verano pasado fue necesario evacuar en helicóptero a un hombre aquejado de una torsión testicular que amenazaba con necrosis. Dos años antes, otro investigador sufrió una crisis cardiaca causada por un problema congénito que hasta entonces desconocía. Fue mantenido estable en la UCI hasta que dos días después pudo ser desembarcado en puerto.

Para reducir los riesgos sanitarios a bordo, la Armada exige a los expedicionarios un certificado médico y otro odontológico que descarten problemas de salud incompatibles con la navegación de larga duración. Las mujeres embarazadas tienen vetado el acceso. "Con estos requisitos, cada vez se producen menos incidencias a bordo", celebra el alférez García.