¡Tiembla, Stajánov!

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EXPEDICIÓN MALASPINA / 17 de febrero del 2011

varela

varela / periodico

LUIS MAURI

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 El estalinismo promovió en los años 30 del siglo pasado un movimiento que preconizaba el aumento de la productividad de la industria socialista a partir de la iniciativa y el esfuerzo individual de los trabajadores, de su entrega abnegada y heroica al trabajo en minas y fábricas. El movimiento estajanovista, apologetizado por la prensa, el cine y la literatura de la Unión Soviética, tomó su nombre de Alekséi Stajánov, un minero de Donetsk condecorado como héroe socialista después de que el 31 de agosto de 1935 recolectara 102 toneladas de carbón, una cantidad casi 15 veces mayor que los estándares de productividad individual de la época.

A bordo del Hespérides no hay lugar para la mitología estalinista. Ni falta que hace. El propio Stajánov palidecería a la vista del trabajo de la treintena de científicos que estos días cruzan el Índico enrolados en la tercera etapa de la Expedición Malaspina, la mayor misión de investigación oceanográfica de la historia de España.

Para no divagar con exposiciones genéricas, veamos la rutina diaria de un miembro de la expedición. Por ejemplo, Marta María Varela, la bióloga viguesa de 36 años que dirige el equipo de microbiología en la etapa Ciudad del Cabo-Perth.

A Varela le suena el despertador cada día a las 4.45. Se levanta de la cama, se asea y se dirige a la cubierta de chigres, desde donde cada mañana se larga al mar la roseta, un sofisticado instrumento de medición y de recogida de agua capaz de trabajar a más de 4.000 metros de profundidad. Mientras desciende la roseta, Varela caracteriza las masas de agua que va atravesando el aparato en su descenso a los abismos oceánicos. La investigadora anota los cambios de la salinidad y de la concentración de oxígeno, y con esos datos define en qué profundidades recogerán agua las 24 botellas de 12 litros que lleva incorporadas la roseta.

Esa labor dura hasta que el instrumento alcanza, por ejemplo, los 4.000 metros de profundidad. Para entonces, ya son las 7.00 o las 7.30. Una parada de 20 minutos para desayunar. A las 7.50, de vuelta en la cubierta de chigres, la bióloga controla el lanzamiento del botellón de superficie (que recoge muestras a tres metros de profundidad) y, sin solución de continuidad, el cierre de las 24 botellas de la roseta durante la ascensión.

A eso de las 9.15, mientras su equipo ordeña la roseta en cubierta, ella organiza en el laboratorio las botellas de muestreo. Y media hora después cada uno de ellos comienza a manipular las muestras para su respectiva actividad: producción bacteriana, fitometría¿ Varela termina esta actividad sobre las 11, justo a tiempo para volver a largar la roseta, esta vez solo a 200 metros de profundidad. A las 11.30 el aparato vuelve a estar a bordo y, entre esa hora y las 13 o 13.15, se repite el procedimiento anterior de recogida y manipulación de muestras.

A las 13.15, el almuerzo. Dos platos acompañados de ensalada y patatas fritas, y postre. Agua a diario y vino los domingos y, últimamente, algún día entre semana. Entre las 13.45 y las 14, Varela está de nuevo en el laboratorio, de donde difícilmente saldrá a lo largo de toda la tarde, entregada a la labor de filtrado de muestras de agua para análisis de diversidad microbianana.

A las 19.15 se sirve la cena. A las 20, el primer respiro del día. La bióloga descansa en su camarote hasta las 20.30, hora en que empieza la asamblea diaria de la expedición científica. Cada noche, uno de los expedicionarios expone su trabajo (o cuenta cualquier historia que le plazca) a sus colegas. La reunión termina a las 21.30. La investigadora aún regresa al laboratorio para preparar el plan de muestreo del día siguiente y verificar que el material queda limpio.

Entre las 23 y la medianoche, Varela suele acabar su trabajo. Si le queda algo de resuello, ve el final de alguna película en la sala común mientras se toma una cerveza; si no, se va directamente a la cama. A las 0.30, duerme.

Con lógicas variaciones según la función de cada cual, éste es el plan de trabajo a bordo del Hespérides. Ni sábados, ni domingos, ni fiestas de guardar, ni Primero de Mayo. ¡Tiembla, Stajánov!