Oro azul

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EXPEDICIÓN MALASPINA / 14 de febrero del 2011

LUIS MAURI

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Como colonos ávidos de pepitas brillantes en el Far West de la fiebre del oro, los científicos delHespérides aguardan con impaciencia en cubierta. No van pertrechados con picos, cedazos y mulas, tampoco buscan el noble metal, pero parecen poseídos por la misma urgencia vital indemorable. Cuando la enorme roseta formada por 30 botellas cilíndricas de 12 litros emerge desde el abismo oceánico y es depositada sobre la cubierta de estribor, los investigadores se precipitan a toda velocidad sobre ella en busca de muestras de agua que recogen en garrafas grandes, medianas y pequeñas, botellas, botellines, tubos de ensayo y cuantos recipientes pueda uno imaginar. La operación se hace a la carrera, como guiada por una ansiedad inapelable, un frenesí agotador.

“Esto no es agua; es oro azul”, aclara Natalia González, una bióloga asturiana de 39 años que estudia el fitoplancton. Los 360 litros de agua recogidos a diversas profundidades por la roseta siempre resultan escasos para la ingente cantidad de estudios, análisis, incubaciones, filtraciones y demás experimentos programados. Hay un orden de recogida de muestras, por supuesto, pero eso no evita la ansiedad ambiental. Algo parecido sucede en la cola de embarque de un avión: todo el mundo tiene su asiento reservado, pero a pesar de eso los pasajeros actúan con impaciencia y se cruzan miradas esquivas.

El chigre que larga y cobra la roseta, que el domingo se estrenó dando problemas, sigue en las mismas. Parecía que había quedado resuelto con el cambio de una válvula, pero no era así. Esta madrugada, el chigre ha vuelto a fallar cuando la roseta estaba a 4.000 metros de profundidad. El susto ha sido mayúsculo: el aparato, equipado con una sofisticada batería de sensores y sin el cual la expedición no tendría sentido, no lograba ascender. Había riesgo de colisión con el lecho marino, a solo 30 metros de la roseta. Por fortuna no ha habido choque. Eso habría sido una auténtica calamidad. Ahora, los técnicos ya conocen la causa del problema. Dos juntas tóricas de una válvula del chigre están rotas y por ahí se pierde la potencia del motor. No hay recambios a bordo. Llegarán por correo a Perth, donde elHespérides tocará puerto el 13 de marzo.

El problema es serio, pero no inmanejable. Los técnicos pueden servirse de un freno manual para iniciar la ascensión; algo así como cuando se usa el freno de mano para evitar que el coche recule al arrancar en una cuesta empinada. Dachs, el jefe de la expedición, que el domingo solo contemplaba una opción -“o se arregla, o se arregla”-, ha adoptado un punto de vista más prudente y realista. “No quiero un susto cada día. A partir de ahora solo bajaremos la roseta a 4.000 metros si queda un margen de 300 o 400 más hasta el fondo”, informa al equipo en la reunión que se celebra cada día después de la cena.

Entre tanto, elHespérides navega a 12 nudos (22 km/h) con rumbo 083 (este) hacia la próxima estación de muestreo, adonde llegará a las cuatro de la mañana del martes. La fuerte marejada hace palidecer algunos rostros. La previsión del servicio meteorológico de Defensa no es halagüeña. Informa con sonrisa traviesa un cabo primero en el puente de mando: mar gruesa con posibilidad de mar arbolada para el jueves y el viernes en esta zona solitaria del Índico, fuera de las rutas marítimas habituales, a un centenar de millas de la costa surafricana, a la altura de East London.