El órdago por el Estado propio

Lo uno no quita lo otro

JOAQUIM COLL

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La verdad es que criticar los tics reaccionarios de la derecha españolísima es tan fácil y lo hace tanta gente, que da cierta pereza. En Catalunya, además, este ejercicio tiene muchas aproximaciones. Por la acumulación de expresiones retrógradas, la desvergüenza política y cara dura con que el PP pretende enmascarar la realidad o negar sus muchas mentiras, de antes y después. Porque ninguna de las reformas que ha iniciado el Gobierno deMariano Rajoyson modernizadoras, sino regresivas, desde la educación hasta la sanidad, pasando por el medio ambiente o la justicia. Imagino que alguien ya está recogiendo en un libro los mayores dislates de esta corte ministerial en la que, por ahora, la palma se la lleva el titular de Interior,Jorge Fernández Díaz, con esa lamentable asociación entre el aborto y ETA. Es su enésima polémica fruto de una incontinencia verbal que lo sitúa al mismo nivel que el bravucón deJosé Ignacio Wert,contra quien ayer se organizó la primera huelga de todos los ámbitos educativos en España, desde el preescolar hasta el universitario. Nunca nadie había concitado tanto rechazo. No estamos solo frente a un severo retroceso en los recursos, sino en el borde mismo de la quiebra de una cierta igualdad de oportunidades en la enseñanza.

Igual indignación causan las obsesiones nacionalistas del PP: el revelador «españolizar» del nefasto ministro, las zafias asociaciones que hace Telemadrid entre nazismo, independentismo y nuevamente ETA, o el insulto a la inteligencia de los aragoneses cuando los populares que gobiernan esa tierra se niegan a llamar catalán a la lengua que se habla en los pueblos de la Franja.

Pero, seamos claros, aquí lo difícil no es criticar todo esto y más. Lo problemático es afirmar queHola, Europa!,documental que emitió TV-3, vulneró todos los códigos del periodismo y no fue más que mera propaganda secesionista. No se expresaron dudas, solo certezas. Los argumentos en contra brillaron por su ausencia. Es triste que la televisión pública se haya convertido en el altavoz de las aspiraciones de solo una parte, cuando dos tercios de los catalanes prefieren otras opciones, según la última encuesta del CIS. ¿Será capaz el Consell Audiovisual de Catalunya de emitir un informe veraz sobre el sesgo ideológico del documental? Pero denunciar esto no nos convierte en cómplices de lo primero, aunque muchos no quieran entenderlo y pretendan meternos a todos en el saco del inmovilismo.

Los próximos meses van a ser de locura en Catalunya. La suspensión de la declaración soberanista estaba cantada, y anticipa la firmeza del alto tribunal ante cualquier intento de crear una nueva legalidad. No hay otro camino democrático que el del diálogo y la reforma constitucional. Porque lo uno no quita lo otro.