Mas supedita el ritmo del proceso al nivel de apoyo que obtenga

El 'president' Mas, ayer, durante su comparecencia en el Palau.

El 'president' Mas, ayer, durante su comparecencia en el Palau.

FIDEL MASREAL / Barcelona

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Uno de los debates clave en el seno del independentismo catalán ha sido siempre el de los ritmos y las mayorías. Entre el «tenim pressa, molta pressa» de quienes exigen proclamar cuanto antes la secesión y las voces más moderadas existe todo un espectro de posiciones. Ayer, el president y candidato a la reelección bajo el paraguas de Junts pel Sí, Artur Mas, avisó de que con una mayoría de escaños se puede emprender el viaje a Ítaca, pero no a ritmo de crucero.

Mensaje claro a los que coloquialmente son conocidos en el soberanismo como los hiperventilados: «Si [el resultado] queda justo, no se puede parar pero sí avanzar de otra manera; no me refiero al objetivo final, sino a cómo se plantean las cosas, a los ritmos, esto ya lo veremos». Este es el mensaje, sin más precisión, del líder convergente.

Unas palabras que dejan en el alero los 18 meses con los que la candidatura del  quiere acceder a la independencia. Dieciocho o muchos menos, según la voluntad de Esquerra Republicana o de algunos en Convergència. En cambio, Mas puso ayer el freno, en línea con otros dirigentes que creen que para plantear una batalla frente al Estado y llamar la atención de la UE para que intervenga convendría llenar el saco de una mayoría de votos y escaños.

No en vano, el diputado de la CUP David Fernàndez reclamó un 55% de votos favorables. En cambio, en CDC huyen de este debate, huyen de marcarse objetivos quizás no alcanzables. Por ello, Mas insistió en jugar con las reglas de unas elecciones, es decir, los escaños, pese a no contar con más de la mitad de votos. A cambio, retó al presidente del Gobierno a cambiar el 27-S: «Si queremos contar votos de verdad, acordemos la consulta para el 27-S en lugar de las elecciones, lo firmo en este momento», sostuvo.

Que la CUP insista en otra vía no gusta a todos en CDC. Ayer, el conseller de Empresa i Ocupació, Felip Puig, en declaraciones a la ACN, afirmó que cara al proceso «resta igual» un voto a Catalunya Sí que es pot que a la CUP. Puig terció en el debate: se necesita superar los 65-68 escaños por parte de la lista en la que concurre Convergència. Un listón más alto que el que se pone Mas, que fija una mayoría absoluta contando los votos de su lista y la de la CUP.

VIVIR AL DÍA / En suma, en Junts pel Sí tratan de vivir al día, porque el día después de los comicios todos saben (como lo saben el resto de listas) que los escenarios variarán en función del resultado. Vivir al día es subrayar, como hizo Mas, que hay que actuar «en legítima defensa», reducir las elecciones a un  o no, dar por imposible una salida negociada aunque el PP pierda las elecciones (pese a los que siguen creyendo en ella en CDC) y tratar de subrayar los objetivos sociales para atraer al máximo número de votantes. Mas hizo balance, por supuesto positivo, de sus indicadores desde el 2010, admitiendo con todo que el índice de riesgo de pobreza crece. Y que la prometida reforma de la Renta Mínima (que constaba en el pacto CiU-ERC del 2010) sigue pendiente. «Lo tenemos a punto», afirmó el president.

Mas dijo que por ley no podía hacer balance de sus cinco años de mandato, pero sí citó las tasas a los pisos vacíos y las centrales nucleares. Obvió en cambio sus primeras medidas fiscales en el 2010, que fueron reducir casi a cero el impuesto de sucesiones en pleno azote de la crisis. Era una promesa electoral.