ATENTADOS EN CATALUNYA

Homenaje sin conmoción

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Xabi Barrena / Barcelona

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Una manifestación contra el terrorismo es, por definición, una reunión catártica de ciudadanos llenos de dolor, rabia e indignación. Un encuentro donde sentir el calor del prójimo en momentos de zozobra. De la conmoción a la emoción. Así fue en las concentraciones tras los asesinatos de Ernest Lluch y de Miguel Ángel Blanco. Y también, aunque ahí hubo mucho ya de clamor anti-PP, en la del 11-M. Estos tres actos tuvieron en común que se produjeron 24 o 48 horas después de cada tragedia. La de este sábado, por el atentado del 17 de agosto en la Rambla, nueve días después, ha carecido de ese punto emotivo, de sensaciones a flor de piel que, por ejemplo, sí tuvo la concentración de la plaza de Catalunya del viernes 18. Lo de este sábado ha sido otra cosa. Sin conmoción.

Ha sido, verbigracia, un nuevo homenaje a los cuerpos de emergencias y a los Mossos d’Esquadra, que han sido aplaudidos y vitoreados. Ha habido coros de “¡Mossos!, ¡Mossos!” que se iban alternando con el ya lema de la resistencia ciudadana al terror: “’¡No tinc por!’”. E incluso un improvisado ‘besamanos’ en el que los ciudadanos iban pasando para saludar, personalmente, a dos agentes apostados en uno de los puntos de vigilancia.

Sin estrecheces

Ha sido, también y óbviamente, una gran muestra de rechazo al terrorismo. Tranquila, multitudinaria, pero sin las estrecheces de otras manifestaciones, como las de la Diada. También menos familiares, menos niños y, eso es también lógico, menos sonrisas, pero un rechazo sin paliativos.

Había poco ambiente una hora antes de la manifestación (el sol de agosto --el mes también es otra gran diferencia para las comparaciones-- caía a plomo). Como mucho, colas ante el Palau Robert para hacerse con alguna de las 70.000 rosas que el gremio repartió gratuitamente. Durante todo el acto, el tránsito por el paseo de Gràcia ha sido cómodo, a excepción del tramo entre Casp y Gran Via, donde se situaron las cabeceras. Y en ellas, el Rey, con Mariano Rajoy y Carles Puigdemont.

Porque eso también ha sido el acto del sábado. Una gran demostración de rechazo a Felipe VI y al presidente del Gobierno. La llegada del Monarca encendió los ánimos de los congregados en este tramo. Abucheos, silbidos, gritos contra la monarquía e insultos. Solo una vez se entonaron cánticos por la independencia de Catalunya.

No solo independentistas

Y es que el público hostil con la Monarquía no era solo compuesto por las huestes secesionistas que habían iniciado la tarde en una manifestación alternativa “sin Felipe VI y sin Mariano Rajoy”, como rezaba la nota de las 170 entidades convocantes, entre ellas Òmnium. Si bien las banderas estuvieron presentes a lo largo del recorrido, se concentraron donde iban a estar las autoridades.

Las pancartas alusivas a los vínculos del Estado, tanto de la Monarquía como del Gobierno, con países árabes que, presuntamente, financian a los terroristas, fueron bien visibles a lo largo de todo el recorrido. No fueron solo independentistas los que silbaron, contaron con el apoyo de simpatizantes de izquierda.

En cuanto a las banderas, mayoría abrumadora de ‘estelades’ y ‘senyeres’, muchas con crespón. Pero también, presencia de rojigualdas, asimismo junto a los VIP. Y las pancartas, todas de igual corte rezaban: “Mariano, queremos paz, no vender armas” y “Felipe quien quiere la paz no trafica con armas”.

Este mismo ‘motto’, el de las relaciones peligrosas del Estado fue la que encabezó un tercer frente de manifestantes que portaban una gran pancarta con, por un lado, la imagen del ‘trío de las Azores’, George Bush, Tony Blair y José María Aznar y, por el otro, la de Felipe VI y Salman bin Abdulaziz, el Rey de Arabia Saudita.

Nueve días de polémicas

Estos nueve días que han mediado entre el atentado y la manifestación han dado, por ejemplo, para que los gobiernos del Estado y la Generalitat se lanzaran puyas varias sobre el papel de los Mossos y sus supuestos fallos de gestión. La temperatura política se ha elevado lo suficiente como para que una cuestión como la entrada o no de la policía catalana en la Europol sea materia de discusión ciudadana.

En esta última clave cabe entender, así, los muchos silbidos que ha recibido Mariano Rajoy. Una gran pantalla de televisión en el cruce del paseo de Gràcia y Gran Via permitía indivicualizar la reacción del respetable en cuanto el plano se cerraba sobre una de las autoridades. Y es que la aparición en el ‘videowall’ del Rey y de Rajoy elevaba el nivel de decibelios, en forma de silbidos y abucheos, al nivel de una final de la Copa del Rey en la que participa el FC Barcelona.