DEBATE TRAS LA DEBACLE DE LAS AUTONÓMICAS

Los alcaldes del PSC exigen una tregua en la batalla por la sucesión

Antoni Castells y Montserrat Tura, antes de entrar en la primera reunión del Govern tras las elecciones autonómicas, el martes en el Palau de la Generalitat.

Antoni Castells y Montserrat Tura, antes de entrar en la primera reunión del Govern tras las elecciones autonómicas, el martes en el Palau de la Generalitat.

Neus Tomàs

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Los alcaldes socialistas dan un paso al frente para hacer oír su voz en medio del fuego cruzado abierto en la batalla por el poder que se libra en el PSC. El consejo de alcaldes del partido, en el que están representados los principales ayuntamientos, se reu-

nirá la semana que viene para fijar una estrategia común. Los regidores aspiran a que el PSC aparque cualquier lucha cainita por la sucesión de José Montilla y se centre en preparar las elecciones de mayo. Quieren participar en la regeneración del partido e incluso están dispuestos a alentarla. Pero no ahora.

El poder municipal exige «sosiego» y que el debate sobre la regeneración del partido, que, según la mayoría de los alcaldes, no es solo una cuestión de caras sino de reformulación del proyecto, se aplace hasta después de los comicios locales. Entienden que dirigentes como Antoni Castells, Ernest Maragall y Montserrat Tura están en su derecho de criticar a la dirección -algunos comparten sus reproches a la cúpula-, pero no apoyarán ninguna revuelta antes de las municipales. Castells comparó ayer al PSC con un Titanic en pleno naufragio y, en declaraciones a Catalunya Ràdio, pidió un PSC «independiente y autónomo» del PSOE. A la misma hora, pero en RAC 1, Tura criticó el tono usado en esta campaña.

El llamado sector catalanista teme que si no mueve ficha ahora acabará encontrándose a la ministra Carme Chacón, o a algún otro a quien designe el actual núcleo duro, con la vara de mando en la mano. Castells y Tura no han aclarado si se están postulando para ser el relevo y de momento ninguno representa un contrapoder real. Pero ambos saben que tienen influencia mediática y que si se lo proponen pueden aglutinar a intelectuales y cuadros medios descontentos con la estrategia de Montilla y sumar a su causa a figuras que ahora mueven los hilos en la sombra, como el exconseller Ferran Mascarell. Eso respecto a los nombres. Y en el debate sobre el proyecto, de nuevo ha aparecido como símbolo de la discordia la necesidad de tener un grupo propio en el Congreso. Castells lo volvió a reivindicar ayer y recordó que su creación depende de la voluntad de la dirección del PSC. Ya se sabe lo que piensa la actual cúpula, pero su esperanza es que la próxima ejecutiva sí apueste por tener voz propia en Madrid.

TENTACIONES A DESTIEMPO / Los regidores consultados coinciden en apuntar que Castells y Tura son libres de decir lo que quieran pero que deberían ser conscientes de que con afirmaciones de este tipo no contribuyen a la calma que requiere la situación. El presidente de la Federació de Municipis de Catalunya, Manuel Bustos, afín a la actual dirección, es de los más contundentes: «Pediría a todos los compañeros y compañeras que tengan la tentación de abrir el debate congresual de manera inmediata que no lo hagan porque se estarían equivocando. Tal vez hay gente que seguramente no tiene otro trabajo pero ahora lo que toca es cohesionar el partido cara a las municipales». El PSC gobierna en 271 de los 947 municipios; 24 de las 30 poblaciones con más de 40.000 habitantes tienen alcalde socialista.

El de Lleida, Àngel Ros, más próximo a la causa de Castells (el conseller de Economia en funciones lo situó ayer en su bando) destaca que en estos momentos «nada debe distraer» de la preparación de las elecciones de mayo. «El debate general sobre el partido puede hacerse perfectamente después y ahora el foco debe estar puesto en las municipales», añade.

Para tranquilidad de los alcaldes, la dirección del partido mantiene su intención de celebrar el debate después de los comicios y niega tajantemente cualquier intención de avanzar el calendario previsto.

El viceprimer secretario del PSC, Miquel Iceta, argumentó ayer que si el problema fuese solo un cambio de nombres, el congreso se podría realizar antes, pero que la disyuntiva del PSC es de mucho más calado y requiere una reflexión en profundidad. «Se trata de renovar un proyecto y eso no se resuelve en un mes», subrayó. Aunque sea un formalismo, los estatutos obligan a convocar los congresos con cuatro meses de antelación y lo último que quieren los alcaldes es que les caiga en plena campaña de las municipales. Iceta, hombre de máxima confianza de Montilla, fue de los pocos que hace cuatro años ya advirtió de que el partido debía reflexionar sobre su futuro. Entonces solo era una recomendación. Ahora no tiene más remedio que hacerlo si pretende sobrevivir.

¿BARBARIDAD O SUICIDIO? / En la ejecutiva que el PSC celebró esta semana, Maragall, en una de las intervenciones más duras de las que ha protagonizado, reconoció que extrapolar los pésimos resultados de las autonómicas a las municipales sería una «barbaridad». Pero no hacerlo, añadió, sería un «suicidio». Los alcaldes asumen que la debacle del 28-N puede tener influencia, pero insisten en que los ciudadanos distinguen perfectamente cada cita electoral. Bustos recuerda que Sabadell es un ejemplo porque ya en la época del fallecido Antoni Farrés sus ciudadanos votaban socialista en las generales, nacionalista en las autonómicas y comunista en las locales.

Capítulo aparte es la situación de la ciudad de Barcelona. Nadie se atreve en público a reclamar que se busque un recambio a Jordi Hereu aunque más de un alcalde vaticina que si este repite como candidato se perderá la capital. La dirección del partido dejó en manos de Hereu la decisión, pensando que los malos augurios demoscópicos le harían desistir de su empeño. Pero no fue así, y no solo quiere ser el alcaldable, sino que interviene en el debate sobre el proyecto socialista como demostró ayer al pedir al partido que apueste con «naturalidad» por su catalanismo. Con la misma naturalidad con la que quiere ser el alcaldable.