dos miradas

El yugo

EMMA RIVEROLA

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Más de 200 mujeres y niñas rescatadas de sus captores de Boko Haram están embarazadas. Se supone que aún hay muchas más que siguen esclavizadas. Cientos. Miles. Úteros convertidos en trofeos de victoria. Cuerpos sobre los que apuntalar un poder tan letal como delirante. Dentro de unos meses, de esos cuerpos de niña brotarán nuevas vidas. Niñas como ellas que nacerán bajo el yugo de un trágico reloj de arena. ¿Cuánto tardarán en ser violadas? ¿Diez años? ¿Doce? ¿Cuánto tardarán en parir de nuevo a otras niñas que se sumarán a una inacabable cadena de sometimiento y dolor? Horror antiguo, que se repite una y otra vez. Un repaso a la historia de Nigeria nos enfrenta a las páginas más infames de la humanidad. Del siglo XVI al XIX se calcula que entre dos y siete millones de personas fueron arrancadas de su tierra y convertidas en esclavas. Ya en el XX, la guerra de Biafra causó entre 800.000 y tres millones de muertos, más cuatro millones de refugiados. Un extenso álbum de familia preñado de sangre y ausencias.

¿Qué lugar ocuparán esos niños que ahora nazcan? Concebidos en el odio, paridos de unos cuerpos sometidos y arrastrando la culpa de unos padres desconocidos. Boko Haram solo es la nueva máscara de todas las atrocidades anteriores. Lo peor es pensar que ahí, entre los bebés que pronto nacerán, estarán las nuevas víctimas y, también, los nuevos verdugos. El reloj de arena sigue sin nadie que lo detenga.