CONTRAPUNTO

Vueling y la falta de independencia

Cuando una compañía acapara el 40% de las operaciones de un aeropuerto es difícil controlarla

VUELING

VUELING / ROBERT RAMOS

SALVADOR SABRIÀ

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El aeropuerto de Barcelona tiene un gran activo que a la vez puede convertirse en un gran problema: es la principal base operativa de Vueling. La compañía de bajo coste ha convertido a la infraestructura catalana en una de las mejor conectadas de Europa en vuelos de media distancia, y es el motor del crecimiento espectacular de pasajeros registrado en El Prat en el último quinquenio y del gran aprovechamiento de la Terminal 1. Pero también es la aerolínia de la que depende más el presente de El Prat. Y esta falta de independencia se nota más que nunca cuando la compañía tiene problemas, ya que además de intentarse minimizar al máximo y evitar su repercusión pública en la medida posible, también se tarda más en actuar por parte de las autoridades pertinentes. El día de máximo caos en el aeropuerto de Barcelona, el viernes 1 de julio, primera jornada de la operación salida de vacaciones, de los más de 900 vuelos programados en El Prat (contando entradas y salidas), unos 400 los operaba Vueling. Y por ello, aunque solo esta compañía fue la que sufrió los mayores retrasos y cancelaciones, se acabó resintiendo todo el aeropuerto.

Irrita que las autoridades que deben controlar el tráfico aéreo y el buen funcionamiento de los aeropuertos tardasen tanto a reaccionar. Vueling ya llevaba una semana con graves retrasos y cancelaciones. La empresa lo atribuía a los efectos de la huelga de controladores en Francia y a la coincidencia de varias regulaciones (cambios de horarios y programaciones) en distintos aeropuertos europeos a la vez.

Pero estas mismas tensiones las vivieron otras compañías y no les acarrearon problemas tan graves. O sea que había elementos exclusivos de Vueling en este caos. Entre ellos, una programación excesiva para el personal y los aviones de los que disponía, apretada al máximo como si nunca hubiesen de producirse regulaciones en los aeropuertos a los que vuela. Una planificación que cuando se negoció el convenio muchos pilotos ya avisaron de que difícilmente se podría cumplir y que ahora se ha demostrado que tenían razón. Y también era una programación que contó en su momento con el visto bueno de las autoridades del Ministerio de Fomento, las mismas que ahora exigen un plan de contingencia y medidas adicionales para asegurar que la oferta de billetes se corresponde con la capacidad real de la compañía en momentos de máxima actividad.

Vueling, que en un primer momento aseguraba que solo se trataba de problemas casi puntuales, ahora, tras convertirse en noticia negativa en las portadas de los periódicos y los telediarios, ha añadido más aviones a su flota, ha acelerado los planes de incorporación de nuevos pilotos y personal de tripulación, ha incrementado el servicio de atención al público y también ha logrado que le pongan más trabajadores en los servicios de handling para devolver a sus propietarios los miles de maletas que se amontonaron en los diferentes aeropuertos en los que canceló vuelos. Esperemos que sea suficiente. El último fin de semana de julio lo veremos.