Editoriales
La violencia israelo-palestina emerge
El incremento de la tensión corrobora que los acuerdos de Oslo siguen sin aplicarse 22 años después de firmados
Se la llame tercera intifada o se la defina como una oleada de atentados violentos, se trate de acciones bien planificadas contra ciudadanos israelís o se trate de la actuación de 'lobos solitarios', la tapadera de la olla que mantenía más o menos controlada la violencia palestina contra israelís está saltando por los aires con resultados imprevisibles, aunque sin duda negativos para una población que ya no soporta la falta de expectativas políticas y económicas. Los históricos acuerdos de Oslo de 1993, por los que se creó la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y se dio lugar a una primitiva estructura de Estado que, sobre el papel, debía desarrollarse con el tiempo, han sido permanentemente saboteados por los distintos gobiernos de Tel-Aviv. El asesinato en 1995 de Isaac Rabin, el primer ministro firmante de aquellos tratados, fue la señal de que desde sectores israelís no se iba a aceptarlos, como así ha sido. Han pasado dos décadas y la anexión de Jerusalén este y la ocupación de Cisjordania por colonos israelís no se ha detenido. Por el contrario, siguen avanzando ante una ANP impotente, hasta el punto de que hace pocas semanas, en su intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente palestino, Mahmud Abbás, dio por enterrados aquellos acuerdos.
En estos años ha crecido una nueva generación de jóvenes palestinos nacidos después de la firma de aquellos acuerdos, la llamada muy gráficamente 'generación perdida de Oslo'', que nunca ha vivido en normalidad y que no tiene nada que perder. Sus padres podían vivir con la esperanza de un acuerdo, pero a ellos, que deberían ser el futuro de Palestina, no les queda ni eso. Por eso, cuando todo Oriente Próximo está en ebullición con una guerra de múltiples facetas como la de la vecina Siria, es imperativo que el Gobierno de Tel-Aviv entienda que su seguridad no depende de levantar más bloqueos y barreras, como ha empezado a hacer ante los ataques con arma blanca de estos días.
Sin embargo, es muy difícil que un Binyamin Netanyahu que solo responde a los intereses insaciables de los colonos y un líder agotado y amortizado como Abbás puedan sentarse en una mesa de negociación. Tampoco se vislumbran otros dirigentes de uno y otro lado capaces de hacerlo. Este es el drama, pero alguien algún día deberá negociar. De lo contrario, no habrá paz.
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