Al contrataque

Una fragilidad muy fuerte

ERNEST FOLCH

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Ayer unos salvajes ejecutaron a 12 personas en París simplemente por ejercer la libertad de expresión, una atrocidad que no acertamos ni siquiera a comprender. La mala noticia es que no tenemos más respuesta que nuestras ideas, nuestros votos y nuestro respeto. La buena noticia es que no tenemos más respuesta que nuestras ideas, nuestros votos y nuestro respeto. La noticia, en definitiva, es que en una sociedad avanzada la respuesta no puede ser nunca el ojo por ojo que tantos sueñan. Ahora vendrán los oportunistas que piden más control, más restricciones migratorias y quizá algún que otro delirio militar. Algunos ni tan siquiera han esperado a que se enfriase la sangre de las víctimas, como el ínclito alcalde de Badalona, que corrió a vomitar el siguiente tuit: «Quizá es el momento que UE se plantee si puede seguir con política q cualquiera tiene todos los derechos» (sic). Es una práctica habitual aprovechar la sangre inocente para hacer propaganda barata, pero esta vez la velocidad de García Albiol ha sido incluso superior a la de la repugnante maquinaria del Frente Nacional en la propia Francia.

La libertad antes que la vida

La única ventaja es que el terrible crimen de ayer en París sucede en un país donde no parece que nadie vaya a pedir una nueva guerra santa: con el tiempo, los países europeos han aprendido al menos que la locura que Bush y Blair pactaron en las Azores con su mayordomo Aznar aquel siniestro 16 de marzo del 2003 no hizo sino engendrar aún más terrorismo en sitios como Irak, donde ni siquiera sabían qué quería decir esta palabra. Los dibujantes y el director de Charlie Hebdo, pero la única manera de respetar su legado no es restringiéndola sino ampliándola todavía más. A cada nuevo atentado, los profetas de la seguridad intentan que avance a costa de nuestra libertad, como sucedió en los años siniestros que siguieron al 11-S. Pero la única verdad es que es muy difícil evitar que unos cobardes entren con unas metralletas en una redacción para asesinar a 12 inocentes. En lugar de prometer falsas y peligrosas seguridades, lo que hay que explicar es justamente lo contrario, es decir, que somos extremadamente vulnerables, precisamente gracias a nuestro sistema de libertades. Contra la barbarie no nos va a proteger más barbarie, de ahí que nuestra fragilidad sea precisamente nuestra fortaleza. Ahora muchos tratarán de resucitar la tronada idea del choque de civilizaciones, que solo servirá para allanar el camino de la siniestra Marine Le Pen al Elíseo y alimentar todavía más el círculo vicioso de la violencia. Pero la democracia debería ser siempre incompatible con la venganza. A las balas se las puede combatir con más balas, con más demagogia o simplemente con más libros, es decir, con más ideas. ¿Ustedes qué eligen?