Traer consuelo

Hay escritores la mar de contentos de figurar entre los más vendidos. Es un deseo casi universal, pero hay quienes se entrenan para serlo

El Sant Jordi  más largo_MEDIA_1

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JOSEP MARIA FONALLERAS

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El día de Sant Jordi lo admite todo. Es un cajón de sastre donde tienen cabida todas las agujas, todos los botones, todos los forros. Y es a la vez un agujero negro que todo lo engulle. Hay escritores la mar de contentos de figurar entre los más vendidos. Es un deseo casi universal, pero hay quienes se entrenan para serlo y los hay que no tienen en cuenta el resultado y juegan por jugar, sin necesidad de ganar el partido.

Hay escritores que se quejan públicamente de la falta de reconocimiento y se enfadan con el mundo porque no los tiene en cuenta. Los hay que se pasan este día en casa, trabajando, porque reivindican el trabajo constante y no la exhibición. Y los hay que también piensan en la constante actividad, necesaria e ineludible, y que, al mismo tiempo, disfrutan de un día de protagonismo en la calle. Todo se admite. Las reverencias y los rencores, el homenaje imprescindible y la prescindible parafernalia, la ilusión y la decepción.

En los límites del agujero negro que decíamos, en la frontera entre la nada y la percepción de una pizca de energía, se alza -como aseguran los científicos- el reducto de la memoria de la materia que existió y que lucha por sobrevivir, testimonial y débil. La literatura. Que nos trae consuelo, como decía Joan Ferraté, refiriéndose a la poesía de Carner. Esto quiere decir que nos informa sobre el mundo para reportar su gracia pero también sus dificultades. La renovada estación y la soledad de los campos desiertos