La clave

Soraya, al rescate

JUANCHO DUMALL

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En algo hemos avanzado en la gestión de la última crisis, la del ébola, sobre otras anteriores: al menos esta vez no había ningún ministro de cacería. Porque todo lo demás es comparable con las chapuzas en la comunicación que se dieron en el hundimiento del Prestige, en el accidente del Yak-42 o en la tragedia del Madrid Arena. Lo peor que puede ocurrir en una emergencia es que los ciudadanos acaben preguntándose en qué manos estamos. Y exactamente eso ocurrió la pasada semana.

El Gobierno reaccionó -tarde, pero lo hizo- al anunciar el viernes que todo el peso de las decisiones técnicas e informativas recaerá en dos comisiones, una política y otra científica, que presidirá en la Moncloa la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Tanto la ministra de Sanidad, Ana Mato, como el consejero de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, pasan, por fortuna, a la reserva. La primera aún dio muestras de frivolidad el mismo viernes al contestar en una rueda de prensa sobre la salud de la auxiliar de enfermería: «Lo que podemos decir es lo que sabemos a través de los medios». Sin comentarios. Y el sábado, pese al golpe de timón de la Moncloa, vivimos otro episodio oscuro al adelantarse las supuestas conclusiones de los expertos europeos, cuando estos aún no se han pronunciado.

Cierre de filas

Pero la reacción gubernamental ha sido esta vez la misma que en anteriores situaciones de alarma: exigir a la oposición el cierre de filas y señalar como antipatriótica la crítica que se fundamenta en una desgracia colectiva. Y como en otras ocasiones, el mecanismo no ha funcionado porque la cadena de errores ha sido patente a pie de calle. Es evidente que la lucha partidista no queda al margen en una crisis de este calibre, pero se equivocará el Gobierno si solo atribuye a intentos de desgaste las críticas que le llueven desde todos los rincones.

El caso del contagio de ébola en Madrid refleja, en fin, lo importante que es la comunicación en política. La población necesita información veraz, suficiente, responsable y autocrítica. No un juego de medias tintas y de sálvese quien pueda. Suerte, Soraya.