DOS MIRADAS

Sin niños

EMMA RIVEROLA

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Imágenes de padres llorando a sus hijos muertos, de niños envueltos en sudarios, de pequeños heridos, mutilados, quemados. Gráficos que muestran con representaciones humanas de distintos tamaños las edades de los asesinados bajo las bombas israelís. Cifras y más cifras. Ya son 121 niños muertos. Mañana serán más. Algunas crónicas ponen sus nombres. Recuerdan sus vidas. En el año 2009 se puso de moda entre los soldados israelís unas camisetas con el dibujo de una mujer árabe embarazada en el punto de mira. El mensaje era diáfano: un tiro, dos muertes. Ahora, los niños vuelven a estar bajo la mira del ejército hebreo. No son víctimas colaterales, son objetivos. Sus muertes son el arma más contundente, despiadada y letal contra el pueblo palestino. Sin niños no hay esperanza ni futuro. Sin sus hijos, los padres estarán amputados de por vida.

Con cada bomba que mella la piel herida de Gaza, Israel quiere recobrar un aliento de fuerza. Es un mensaje de poder. Al mundo y a sus ciudadanos. Nuestro ejército todavía es fuerte, todavía protege a los suyos, todavía mantiene el respeto de la comunidad internacional. Pero por cada niño muerto, la humanidad vuelve a la casilla de salida. A la oscuridad de la barbarie. Israel se ha convertido en un pueblo anestesiado ante el dolor que genera. Después de cada mortífera explosión, Gaza entierra a sus muertos; Israel, su inocencia, y el resto del mundo, la culpa moral de su silencio.