Editorial

El silencio sobre la pederastia en la escuela

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El caso de los abusos sexuales presuntamente cometidos en el colegio Maristes Sants-Les Corts, revelado ayer por EL PERIÓDICO, es grave con independencia del número de menores que hayan sido víctimas de ese atropello a su intimidad. Aun con un solo episodio ya estaríamos ante un hecho intolerable y muy preocupante, porque concurren en él varias circunstancias que lo hacen particularmente odioso: los abusos se cometieron en una escuela; el profesor de gimnasia que los protagonizó, Joaquín Benítez, estuvo 27 años en ese centro, y la denuncia, en el 2011, de un caso similar acabó archivada.

Las responsabilidades por una situación de la que probablemente solo haya emergido la punta del iceberg son compartidas. La más inmediata es del centro educativo, que si bien hace cinco años denunció a la Fiscalía de Menores ese anterior caso de pederastia -y despidió al profesor-, debería haber tenido una actitud más proactiva para esclarecer a fondo lo sucedido y limitar las secuelas de los daños psicológicos sufridos por las víctimas, que por ahora han aflorado en número cercano a una decena. Que el protagonista del caso actual tardase cuatro años, hasta que tuvo 19, en revelar a su familia el calvario vivido da perfecta idea del sufrimiento y el bloqueo que en muchos casos sufren quienes han sido víctimas de abusos sexuales. Un centro educativo debería tener más sensibilidad ante estas situaciones, especialmente si es de inspiración cristiana, y no refugiarse en la discreción. Y tampoco actuó con la diligencia precisa el Consorcio de Educación de Barcelona, integrado por el ayuntamiento y la Generalitat. «Pensé que vendrían antes a por mí» confiesa Benítez en la entrevista que publica este diario.

Al igual que la violencia contra las mujeres, los abusos sexuales a menores han sido una lacra social que hasta fecha reciente ha quedado sepultada bajo un espeso silencio incluso en países avanzados. Pero no puede haber excusa -ni tan solo la que esgrime Benítez sobre su torturado pasado- para contemporizar con actitudes que atentan contra la esencia misma de la dignidad personal. La pederastia es un delito grave, y como tal ha de ser tratada. Las escuelas deben vigilar que en su seno se cumpla la ley: les basta con aplicar los instrumentos a su disposición, como el reciente registro de delitos sexuales.