El cuerno del cruasán

Sandalias y corbatas

JORDI PUNTÍ

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La semana pasada, 1.542 burócratas, banqueros, políticos, economistas y publicistas de Catalunya y España se reunieron en la plaza del Fòrum y compusieron con sus cuerpos la frase: «David Fernández, matón», dedicada al diputado de la CUP. Acto seguido, los más conservadores fueron a confesarse, ruborizados por su atrevimiento, y los que en su día estuvieron en Bandera Roja o alguna célula antifranquista reprimieron un fru-fru de entusiasmo mientras se alisaban las arrugas del traje y tuiteaban con su iPhone. La noche, me aseguran, terminó con una cena de hermandad en un restaurante con estrellas Michelin.

¿Había para tanto?, nos preguntamos. A veces la política es aburrida, pero quien haya perdido media hora en una sesión parlamentaria sabe que la política es sobre todo convencional. Como mínimo aquí, la mayoría de políticos hacen siempre lo que conviene, lo que se espera de ellos, hasta el punto que su rivalidad parece programada y ensayada. Los momentos de exaltación natural son escasos. Si la intervención de David Fernández en el interrogatorio a Rodrigo Rato ha recibido tanta atención es porque fue anticonvencional y resaltó -por contraste- el tono convencional del resto, empezando por la convencional indiferencia con que Rato se quitó de encima sus preguntas.

Me puedo imaginar que Rato salió de la sesión con una sensación de triunfo, pues ni siquiera se llevó un rasguño, pero se equivoca. Las palabras y gestos de Fernández tiene la virtud de hacer posicionar a la gente. Puede que actuara con un toque de populismo en las formas, como si creyera que sus preguntas eran más importantes que las respuestas que (no) le iba a dar Rato, pero lo que cuenta es el fondo: buscaba remover la opinión pública y al mismo tiempo se hacía eco de los afectados, daba voz a los que sufren precisamente con las decisiones de Rato. Era todo lo contrario a los que estos días le crucifican: gente que exhibe unas formas de seda, un corte de sastre ideal para disfrazar su fondo populista, interesado, jerárquico, elitista, condescendiente, anticuado, putrefacto.