La ruta

Habrá quienes la verán como una ruta utópica y habrá quienes verán en esta hoja, una afrenta continua al Estado y una insumisión flagrante ante la legalidad vigente. Hasta aquí, ninguna novedad. Ocurre, sin embargo, que se trata de una propuesta clara que debe superar varias evaluaciones populares. Si es así - si se ganan unas elecciones, si se vota una constitución, si se aprueba en referéndum, si se vuelven a ganar otras elecciones- el certificado de garantía democrática parece garantizado. Sobre todo, sin embargo, el documento de CDC y ERC y de las entidades cívicas y municipales, presenta un punto que hasta ahora no se había expresado con esta contundencia. Las fuerzas que (pretendidamente) deberían dar el primer paso en las plebiscitarias de septiembre (ahora sí se pueden llamarse así) acuerdan que el programa debe definir sin subterfugios la voluntad explícita del carácter independentista de su planteamiento político. Es una jugada ciertamente peligrosa, porque perder implica aparcar cualquier intento inmediato de seguir el camino hacia la soberanía. Y necesaria, porque que las elecciones solo pueden tener un carácter histórico si a la hora de contar no hay cálculos partidistas o sumas oscuras sino una simple operación matemática que debe ser nítida.

La aclaración del panorama catalán es del todo imprescindible. Lo que ahora todavía se entiende menos es que los firmantes no piensen en la promoción de una lista unitaria.