Dos miradas

Rouco y Prats

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Hechos y actitudes. Son, en palabras de Rouco, las causas que pueden provocar un nuevo conflicto. Determinados hechos y unas actitudes determinadas, que, según su pensamiento, todavía están vigentes en el imaginario colectivo y que se instalan allí como posibilidades de futuro. ¿Qué hechos? ¿Qué actitudes? ¿La oposición al concepto más elemental de la democracia? ¿El cierre a cualquier idea de diálogo con el maximalismo de la ley que ya no convoca sino rechazo y prevención? ¿O los hechos que invoca Rouco son las demostraciones de un pueblo que se esfuerza por ser soberano, la sociedad que lucha contra las más flagrantes injusticias? ¿Y las actitudes que, según el prelado, pueden causar otra guerra civil? ¿Son las de los dirigentes que persiguen un cambio de registro constitucional para que se pueda escuchar, nítida, la voluntad de un pueblo?

La actitud de Rouco (y no solo sus palabras sino el tono crispado, serio, triste, antiguo y oscuro, como el recuerdo de hace 75 años) contrasta estos días con unas palabras que escribió Modest Prats (¡en 1975!) contra la violencia. Él, hijo de una persona asesinada en 1936 en Montcada, clamaba por un país donde no hubiera «venganzas ni odios, sino igualdad y fraternidad». Este sacerdote de pueblo, sabio desde la compasión, tenía lo que no tiene todo un cardenal: el espíritu profundo de la fe, el deseo de una Iglesia «al lado de la verdad, del amor, de la justicia y de la libertad».