Gente corriente

Rosa Navarro: «Se presentaban así: 'Tengo 5 hijos, 3 muertos'»

Una comadrona blanca en África. Durante dos años vivió la maternidad mágica y trágica de Guinea Ecuatorial.

GEMMA TRAMULLAS

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Se incomoda cuando el fotógrafo le pide que se sitúe junto a la esculturaMaternitat,de Luisa Granero. «Mi papel es secundario, no protagonista», insiste. Solo se relaja cuando encuentra su sitio detrás de la figura de la madre que da el pecho a su bebé.

-¿Cómo acabó en África central?

-Era comadrona en Barcelona y me encantaba, pero entré en una dinámica de mucho trabajo y tenía la sensación de estar compitiendo. Me quemé. Tenía dos trabajos fijos y pedí una excedencia para ir de cooperante a Guinea Ecuatorial. No me la dieron, pero lo dejé todo y me fui.

-¿Adónde exactamente?

-A Evinayong, capital de la provincia Centro Sur, y a los poblados remotos del interior. Al poco de llegar me reuní con mujeres que querían ser comadronas. Se presentaban así: «Me llamo María (por ejemplo) y tengo 5 hijos, 3 muertos». Una tras otra, todas tenían hijos muertos y los tenían tan presentes como a los vivos.

-Primer impacto.

-«Pero, ¿dónde me he metido?», pensé. Allí la mortalidad materno-infantil es de las más altas del mundo, pero como es una dictadura las cifras son poco precisas. En el hospital de referencia, que sería como un Vall d'Hebron, no tienen ni oxígeno.

-¿Cómo se vive la maternidad así?

-Conocí a una chica que acababa de parir a su tercer hijo muerto. Ver su aceptación... [emocionada] me pondría a llorar ahora mismo. Allí la persona es un todo, no separan entre lo emocional y lo físico, no analizan tanto las cosas, viven el presente. Las madres no tienen más narices que aceptar la muerte de sus bebés porque no tienen nada, lo que no quiere decir que la vida tenga menos valor.

-¿Cómo estaba aquella mujer?

-Destrozada, seguro, porque las mujeres somos iguales en todas partes, los mismos gestos, las mismas miradas, la misma empatía... Todas las madres aman a sus hijos. El parto es un acto de amor y ser madre es dar amor incondicional el resto de tu vida, aunque aquí haya mujeres más preocupadas por el color de la habitación del bebé que por preguntarse qué significa la maternidad.

-Iba a formar comadronas y acabó formándose usted.

-Tuve el privilegio de introducirme en el ancestral mundo de la mujer guineana, que es muy reservada, y de crear vínculos muy fuertes con ellas. La partera es una señora de la aldea que a veces conoce las hierbas medicinales y que se limita a acompañar a la mujer desde la primera contracción. Si ella no está, el parto lo atiende la madre o la suegra.

-O usted, si pasaba por allí.

-Estaba en un proyecto de salud materno-infantil, pero llegué a atender partos con bolsas de plástico en las manos. En plena campaña de vacunación en un centro de salud vi una chica sentada en un rincón, sobre el suelo sucio. Lloraba. La exploré y estaba de ocho centímetros. Su madre, una sobrina y yo la acompañamos en silencio, hasta que rompió aguas, se levantó y el bebé asomó la cabecita. Lo recogí, se lo puse encima y salí de allí besando a todo el mundo.

-Menudo subidón.

-En la maternidad no todo tiene una explicación científica. Un día llegamos a un poblado y una mujer acababa de parir. Entré en la cocina, que es la estancia principal de la casa, y allí estaban la madre y el bebé. Las mujeres del pueblo estaban cantando, que es la forma preciosa que tienen de dar la bienvenida a los bebés. La madre tenía un poco de atonía uterina, le dije que fuera a hacer un pipí y pedí una cuchilla e hilo de pescar para cortar el cordón umbilical. Pusimos al niño en la teta y la madre me contó que sus dos primeros bebés murieron a las 24 horas.

-¡Qué responsabilidad!

-«¡Que no se muera!», pensaba yo. Al día siguiente la abuela nos cocinó un banquete: pangolín (una especie de armadillo, ¡y yo soy vegetariana!) y pescado con salsa de cacahuete. Ellas no comieron.

-¿Siente deseos de ser madre?

-No he tenido la oportunidad de serlo, pero no me quita el sueño. Me considero un poco madre de todos los niños que he tenido el privilegio de ayudar a nacer.