Reivindicar lo que ya se tiene

ENRIC HERNÀNDEZ

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Para analizar, el términos de éxito o fracaso, la manifestación antiindependentista de este 12 de octubre en la plaza de Catalunya de Barcelona, no basta con el mero recuento de asistentes. El Ayuntamiento de Barcelona, en manos de CiU, los ha cifrado en 38.000, estimación que el soberanismo, no ayuno de argumentos, estimará desproporcionada a la vista de los planos más abiertos tomados en la plaza de Catalunya. Ante el sorpresivo silencio de la Delegación del Gobierno, los promotores de la concentración, Societat Civil Catalana (SCC), también han declinado por ahora cuantificar el número de participantes. Quedémonos pues con la estimación de la municipalidad, dotada de tanto (o tan poco) fundamento como cualquier otra.

¿Son muchos o pocos? En ausencia de datos oficiales sobre el número de socios de de SCC, solo podemos tomar como referencia el peso electoral de las tres fuerzas políticas que secundaban la convocatoria:  en los comicios del 2012 el Partido Popular de Catalunya,Partido Popular de Catalunya Ciutadans Unión Progreso y Democracia (UPyD) sumaron 761.000 sufragios, el 21% del voto emitido.

La V de la última Diada congregó en Barcelona a 1,8 millones de catalanes, según el Ayuntamiento, y entre 470.000 y 520.000, según la Delegación del Gobierno. ¿Y cuál es la representatividad de los partidos proconsulta, simpatizantes o adheridos, según el caso, a aquella convocatoria independentista? 2.100.523 votos, el 57,8% del total en las últimas elecciones al Parlament. En las urnas, el soberanismo triplica el peso del llamado unionismo, pero en las calles la diferencia sigue siendo abismal.

Otra óptica recurrente es la de que los millones de catalanes que reclaman decidir su futuro en una consulta han sido manipulados por el sesgo independentista de la televisión pública catalana. No entraremos aquí a discutir sobre el grado de pluralismo de las televisiones públicas, aquí o en el conjunto del Estado, pero sí sobre su verdadero influjo. Frente al 13,5% de la audiencia televisiva que TV-3TV-3 obtuvo el pasado año en Catalunya (con Antena 3 TV a solo 2,4 puntos de distancia), sus competidoras generalistas, todas ellas con el cuartel general en Madrid, sumaron el 42,4% del 'share'. En otras palabras, por cada catalán adoctrinado en el credo independentista por TV-3 habría otros tres aleccionados en el sentido opuesto. Ante la contundencia de las cifras, sobran las palabras.

Gracias a las informaciones y los anuncios publicados estos días en los medios de comunicación, esa "mayoría silenciosa" cuya representación vindica Societat Civil Catalana ha tenido la oportunidad de atender la convocatoria y desplazarse el 12-O a Barcelona, con sus vehículos particulares o en los autobuses gratuitos fletados a tal efecto. En plena efervescencia soberanista del 9-N, tenían más motivos que nunca para hacer oír su voz. La afluencia, sin embargo, ha sido más bien discreta --por buscar un adjetivo respetuoso--, y análoga en todo caso a la del pasado año.

Tres son los factores que explican esa tímida movilización:

Primero: La escasa transversalidad política de la convocatoria, dada la ausencia de la izquierda: descontados los sindicatos, adheridos al Pacte Nacional pel Dret a Decidir, tampoco el PSC de Miquel Iceta ha hecho acto de presencia, enfrascado como está en la tarea de marcar distancias con Societat Civil Catalana y con los polémicos brindis de la etapa de Pere Navarro.

Segundo: Por razones históricas, la fecha elegida, el Día de la Hispanidad, jamás gozó de grandes simpatías en Catalunya. Los federalistas catalanes se encontrarían más cómodos el 6 de diciembre, siempre que no fuera para celebrar la inmutabilidad de la Constitución, sino para reivindicar su reforma.

Y tercero: Al no comparecer la izquierda federalista, los reunidos en la plaza de Catalunya han demandado, en esencia, el mantenimiento del actual 'statu quo': que las relaciones entre Catalunya y el conjunto de España sigan como están. Lo que sucede es que la suya no es ni de lejos una causa perdida; cuenta con el potente respaldo del Gobierno del PP GobiernoPPy las instituciones del Estado. Y reivindicar en la calle lo que ya se tiene garantizado de antemano es un esfuerzo que solo los más voluntaristas están dispuestos a realizar.