Las alianzas municipales

La 'regeneración política'

Quien alega el deseado mantra de que todo lo ha de limpiar forma parte de la misma raza a extinguir

MONTSERRAT NEBRERA

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En el teatro de variedades que conjuga la esencia de los pactos municipales que vivimos días atrás ha tenido un papel protagonista el recurso literario de la regeneración política. Partidos plagados de personajes que durante años militaron o tuvieron cargos de responsabilidad en otros se han llenado la boca con el mantra que, lo saben bien, mejor hace salivar a una población hambrienta de vengarse de quienes siempre han vivido del cuento; tan famélica está la legión, que ni siquiera se da cuenta de que quien alega que todo lo ha de limpiar, o sea, que con su concurso  estas cosas ya no sucederán, forma parte de la misma raza a extinguir, si es verdad que merece la extinción y si fuera posible conseguirlo.

Podría extenderme en el sinfín de pactos contra natura que se han establecido contra la lista más votada en muchos municipios mientras en  otros, esos mismos justicieros se han echado las manos a la cabeza si, habiendo ganado por la mínima, no se les ha permitido acceder al poder. Así se han justificado ciertas uniones contra natura (quizá la superlativa sea la de los anticasta con la casta). Se ha alegado, por ejemplo, para echar de algún consistorio a su actual alcalde que un programa de gobierno pudiera consistir en echar a otro; pero ya estamos viendo que este argumento ha sido utilizado incluso cuando la diferencia entre el primer y el segundo partido más votado fue del doble de regidores, lo que significa que todo vale.

El tema de las alianzas y los gobiernos de coalición en el ámbito municipal requiere, sin embargo, de un análisis más riguroso que el que pueda hacerse desde la opinión. Como la reflexión académica sobre el tema ya la están llevando a cabo mis colegas en foros y jornadas diversas, solo voy a intentar apuntillar tres de los formatos estilísticos más vacuos que utilizan los partidos para permanecer en su tarea de obstaculizar la democracia real, la que sigue estando por hacer, en concreto los que estos días han aparecido en los medios como condiciones de algún partido 'emergente' para apoyar a otro, este de los de siempre, con el que se hartaron de decir que nunca pactarían.

Un tongo de primera magnitud

Se pide, en primer lugar, que los partidos hagan primarias, pero las primarias son un tongo de primera magnitud: ni es posible controlar fehacientemente los resultados en ninguna y jamás hubo más fedatarios de los resultados que los mismos miembros de los partidos (yo me lo guiso, yo me lo como), ni ha existido en cualquiera de ellas igualdad de oportunidades de los contrincantes (ha habido denuncias por tal motivo en más de una ocasión); de hecho, me evito dar nombres de candidatos nombrados a dedo, por el cariño personal que tengo a alguno de ellos, pero todo militante sabe de qué hablo, y todo no militante sabe que elegir entre susto y muerte no es derecho a decidir.

Se pretende equiparar, en segundo lugar, limpieza de la corrupción con eliminar de las listas a imputados por corrupción. Pero tal cosa es, de una parte, maquillaje simbólico sin mayor trascendencia (lo que importa son los mecanismos de detección y prevención, no echar al pillado en falta) y, de otra, una regresión democrática de calado, muy parecida a la que justificó la existencia de la inviolabilidad en el estatuto del parlamentario, pues bien sabido es el grado de automatismo judicial de la imputación dentro del proceso y el modo en que con ello hemos sacrificado la seguridad jurídica y la presunción de inocencia. Basta pues denunciar, y en cuanto llega la casi segura imputación, descalabramos el partido que sea, como si así la estructura fuera más limpia y democrática.

La permanencia en el cargo

Finalmente se exige la dedicación exclusiva al cargo (a la que algunos además suman la rebaja del salario hasta un par o tres veces el mínimo). Se trata de la puntilla a un sistema de hipocresía y sepulcros blanqueados cuyo trasfondo debería inquietar a quienes aplauden la medida: salvo que como condición previa se impida estar más de dos mandatos en el cargo (lo que diluye extraordinariamente los liderazgos y no para bien, y hace que algunos que hablan ya debieran estar fuera de la carrera hace tiempo), pedir a la gente que solo se dedique a la política es hacer de ello una profesión en la que fácilmente las personas pierden la libertad.

En efecto, salvo que se trate de millonarios, obreros no cualificados o funcionarios, el resto tiene bien difícil volver al laboratorio, a la asesoría fiscal o al quirófano,  de modo que, como ya acontece entre quienes copan la escena, harán lo que haga falta por mantenerse en el escenario; decir una cosa o la contraria. Así, y vuelvo al principio, se entiende que los pactos han podido ir hacia un lado o hacia otro. Poco que ver con la verdad.