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Raskolnikov y los pijos

¿Para qué echar una mano en Haití cuando puedes cargarte a alguien cuya tóxica presencia envenena al mundo?

RAMÓN DE ESPAÑA

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Recuperar a un cineasta al que habías dado por (mentalmente) muerto es como hacer las paces con un amigo del que llevabas tiempo alejado, aunque aún le tuvieras cierto afecto. Me acaba de pasar con Woody Allen y su último filme, Irrational man, una comedia ligera y negrísima sobre un hombre que ha perdido la esperanza y la recupera gracias al asesinato de un ser despreciable. ¿Les suena? No es de extrañar, ya que estamos ante una nueva versión de Crimen y castigo, aunque aquí Rodion Raskolnikov es un profesor de filosofía llamado Abe Lucas (Joaquin Phoenix, que siempre borda los papeles de atormentado) y la víctima necesaria para su redención no es una vieja y asquerosa prestamista, sino un juez corrupto que le va a quitar a una mujer la custodia de sus hijos para confiársela a un tipo tan abyecto como él.

El profesor Lucas se lo dice bien claro a sus alumnos: Dostoievski lo entendió todo muy bien. Para el personaje de Phoenix -bloqueado como escritor, alcoholizado, abandonado por su esposa, con su mejor amigo muerto al pisar una mina en Irak y aquejado de impotencia depresiva transitoria-, cargarse al juez le ayudará a recuperar su propia vida. Porque, según él, ya está bien de ir de bueno y solidario, y a grandes males, grandes remedios: ¿para qué echar una mano en Haití cuando puedes cargarte a alguien cuya tóxica presencia envenena al mundo? Lástima que, como ya descubrió en su momento el pobre Raskolnikov, el camino del crimen acabe llevando a la autodestrucción.

Uno de los hallazgos de esta obra mayor del hombre que me alegró la adolescencia y la juventud es el tono elegido, inevitablemente tragicómico, dadas las circunstancias sociales retratadas. Raskolnikov ya no se mueve entre los miserables de Petersburgo, sino entre hijos de ricachones de Rhode Island, para que los que la filosofía es un puro entretenimiento intelectual. Aquí Abe Lucas es el único que sufre de verdad, mientras sus alumnos esperan pacientemente el momento de fundar una familia y heredar la fortuna de sus padres. Y la vida de esos pijos seguirá sin él, el único que se ha tomado en serio la existencia: una actitud que nunca lleva a nada bueno.

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