Quince años no es nada
Una moneda única europea sin ambición política no es más que una herramienta incompleta e imperfecta
José Antonio Bueno
Consultor
JOSÉ ANTONIO BUENO
Si veinte años no es nada para una moneda, quince aún es menos. Nuestro euro celebra su tercer lustro en una situación no muy boyante, y no solo porque camina hacia la paridad con el dólar sino porque su debilidad es símbolo de la que sufre la Unión Europea. Nuestra moneda nació como un paso más en la consecución de un sueño en el que ya pocos creen, la creación de un Estado único europeo. De momento solo es la herramienta de política monetaria de unos cuantos países, con más sombras que luces respecto a su futuro.
La Unión Europea es una visión política aterrizada con herramientas económicas y la frustración económica evidencia que esta visión no está todavía suficientemente asentada. El europeísmo supone sentirnos tan compatriotas de alemanes, letones o griegos como de vascos o andaluces, y los ciudadanos europeos no están ahora, en general, en esa sintonía. Estos años de crisis han hecho prevalecer el 'yo' al 'nosotro' y prácticamente no hay país que no tenga su pulsión nacionalista o populista que muchas veces acaban siendo lo mismo.
El euro sin ambición política solo es una herramienta imperfecta e incompleta. La política fiscal (fijar impuestos y priorizar su gasto) sirve para tratar de suavizar el efecto de los ciclos económicos, lo mismo que la política monetaria (tipos de interés y de cambio). Al ceder la política monetaria a Europa solo queda la fiscal y en eso tampoco tenemos las manos libres pues el pacto de estabilidad y crecimiento acota el déficit y deuda máximos permitidos por la Unión Europea. Necesitamos o más Europa o menos Europa, pero así no podemos seguir.
LA DEVALUACIÓN
Sin euro lo más probable es que la peseta se hubiese devaluado en el 2012 lo que hubiese encarecido la factura del petróleo, pero también hubiésemos exportado más. Históricamente las devaluaciones no nos han sentado tan mal para mejorar nuestra competitividad. La gran duda es si hubiésemos podido rescatar los bancos con problemas sin ayuda exterior y, por tanto, si se hubiesen podido salvaguardar los ahorros de los depositantes, en eso sí que nos ha ayudado mucho el euro. Ante esa duda, si un café es hoy más o menos caro no importa tanto.
Centrándonos en una hipotética devaluación nuestra economía sería más pobre que las de nuestro entorno…, pero nuestros ciudadanos puede que lo hubiesen pasado menos mal. Una devaluación implica la caída de precios respecto al exterior y salvo para los productos importados (y para quienes se van de vacaciones al extranjero) los efectos cotidianos resultan ser muy limitados porque los precios internos no tienen por qué variar.
La devaluación interna es, simplemente, empobrecer de manera generalizada a la población y gracias a ella hemos podido salir de la gran crisis. En la actualidad somos más pobres como país y, sobre todo, somos más desiguales porque hay menos trabajo y está peor remunerado.
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