Autoridad o autoritarismo

La gestora del PSOE, transitoria, debe unir, no ahondar la división. Imponer una abstención en bloque solo servirá para empequeñecer el partido

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ENRIC HERNÀNDEZ

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Lejos de remitir, el desgarro socialista se agrava a medida que se acerca el momento --para muchos fatídico-- de facilitar la investidura de Mariano Rajoy. Las presiones de la gestora y varios barones para decantar el comité federal hacia la abstención no impidieron que los partidarios del 'no es no' sumasen el 40% de los votos, incluso tras la purga de Pedro Sánchez y su ejecutiva. Pero, si pírrica fue la victoria, su gestión tampoco está restañando heridas.

Urgido a escoger entre terceras elecciones o abstención, el comité federal no debatió sobre cómo debería materializarse esta decisión. Lo que no fue óbice para que el presidente de la gestora, Javier Fernández, dictaminara que se trataba de una abstención "imperativa", un mandato del que ningún diputado socialista podría abstraerse. La exhortación a los díscolos del PSOEPSOE y a todo el PSC no ha hecho sino azuzar el motín, al que se han sumado ocho líderes territoriales exigiendo, en vano, una 'abstención mínima' de los 11 diputados "indispensables" para evitar la repetición electoral. La respuesta de Fernández ha sido instantánea: el debate "no procede".

NEURONAS, NO TESTOSTERONA

Estatutariamente, la comisión gestora del PSOE dispone de atribuciones limitadas porque, al no haber sido elegida por los militantes en un congreso federal, carece de la legitimidad de una comisión ejecutiva electa. Goza en suma de una autoridad transitoria, fruto de su propio carácter accidental, y debe ejercerla con cautela y flexibilidad para recomponer la unidad, no para ahondar la división interna que ha motivado su perecedero nombramiento. Cabe esperar de ella más neuronas que testosterona.

El legítimo temor de la gestora a que la negativa de los diputados del PSC a investir a Rajoy se extienda como una mancha de aceite en las filas socialistas no se puede traducir en una actitud autoritaria ante los desafectos. Primero, porque sería risible que un partido favorable al diálogo con Catalunya rompiese con su socio catalán. Y segundo, porque castigar con la expulsión a quienes voten en conciencia convertiría al PSOE en el tercer grupo del Congreso, por detrás de Unidos Podemos.Unidos Podemos