Poder y violencia en el escenario escolar

Es necesario un abordaje integral del 'bullying' para detectar las situaciones de vulnerabilidad e intervenir al comienzo y no al final

SOLEDAD. Una imagen del reportaje que ofrece '30 minuts' sobre el acoso escolar.

SOLEDAD. Una imagen del reportaje que ofrece '30 minuts' sobre el acoso escolar.

MIRTA LOJO SUÁREZ

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Cada vez que nos llega la noticia sobre el suicidio de una chica o un chico adolescentes como consecuencia de un proceso de acoso, sentimos una profunda consternación y mucha rabia y a menudo nos preguntamos por qué nadie fue capaz de detener a tiempo su sufrimiento. Se podría simplificar la situación y pensar que quien ha ejercido una violencia continuada con la intención de hacer daño es una persona con rasgos patológicos, que quien se hizo cómplice lo hacía porque el hecho de actuar en grupo envalentona, que la persona agredida tenía la autoestima muy baja y que estas cosas pasan a espaldas de las personas adultas responsables.

Lucía, la niña de Murcia de 13 años que había denunciado ante las autoridades el acoso del que estaba siendo objeto, no recibió la respuesta precisa que evitara su trágico final y queda para su entorno el sentimiento de culpa, el interrogante de cómo se habría podido evitar y el reparto de responsabilidades. Pero es que no se trata de un caso aislado, desgraciadamente el número de niños y adolescentes que sufren acoso es elevadísimo.

El análisis del fenómeno, conviene situarlo en dos niveles diferenciados. Por un lado, desde una macroperspectiva, podríamos preguntarnos qué modelos de convivencia visualizan las jóvenes generaciones. Nos familiarizamos con bombardeos a población civil desvalida, con el rechazo a personas que huyen de la muerte, al oír que otra mujer ha sido asesinada por el hecho de ser mujer, a que una persona del colectivo LGTBI ha sido insultada. La violencia pasa a formar parte de nuestros escenarios con la convicción de que es inevitable.

CLONACIÓN DE MODELOS

Una gran mayoría de personas adultas se siente legitimada para criticar el aspecto y el cuerpo de otros, se impone la clonación de unos modelos y se censura y castiga a quien se aleja. El cine, la publicidad, los videojuegos, las revistas, Internet también hacen su aportación a la normalización del ejercicio de poder. Podríamos decir que "quien siembra vientos recoge tempestades" y que ninguno de estos estímulos es inocuo para las personas más jóvenes.

Si hacemos una aproximación micro, por ejemplo, a una clase de una escuela o de un instituto, o incluso a un claustro de profesorado, veremos cómo se reproducen las dinámicas de poder. Los prejuicios y los estereotipos regulan la vida cotidiana y generan situaciones asimétricas que causan aislamiento y de vulnerabilidad, el caldo de cultivo del acoso.

Actualmente, se está actuando más de forma reactiva que preventiva. Es decir, cuando se produce un hecho de estas características, la denuncia policial, la marcha del centro del alumnado agredido -no del agresor-, el apoyo psicológico para superar el sufrimiento y la búsqueda de responsabilidades, parece agotar las posibilidades de acción. No quiere decir que no se tengan que tomar las medidas correctivas correspondientes, quiere decir que estas por sí mismas no cambian la realidad.

Hay una educación generalizada en y para la diversidad, hay que trabajar las dinámicas grupales de manera continuada para favorecer las relaciones positivas libres de violencia, es necesario un abordaje integral para detectar situaciones de vulnerabilidad e intervenir al comienzo, no al final. Y disponemos de los medios para hacerlo.