MIRADOR

Perderle el miedo al 9-N

JOAQUIM COLL

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El pensamiento escolástico fue esa corriente teológica y filosófica dominante en el largo periodo medieval que supeditaba la razón a la fe. Pues bien, al debate político catalán marcado por el proceso soberanista le sucede lo mismo. Hace tiempo que se nos intenta hacer creer que la futura ley de consultas, que anteayer superó en el Parlament su penúltimo trámite, es un instrumento que ampara la consulta anunciada para el 9 de noviembre. Nada más lejos de la realidad. Eso solo es posible afirmarlo desde una posición antijurídica, que pretende ignorar el Estado de derecho que ordena una sociedad democrática. El establecimiento de una legalidad catalana al margen de la española se aguanta solo en los discursos y sobre el papel, pero se trata de otra falacia del proceso. Todas las personas sensatas lo reconocen en privado. Aunque el PSC de Miquel Iceta votará la ley, ya ha advertido de que no servirá para el objetivo que persigue ERC. Por eso, Artur Mas lleva días reclamando a Mariano Rajoy abrir ya la negociación, por si sonara la flauta y pudiera así reformular toda la estrategia. Pero sabe que se trata de un imposible.

Primero, porque difícilmente la enorme presión popular de la ANC le va a permitir plantear en septiembre otra pregunta que no incluya la independencia. Pero, sobre todo, porque tampoco Rajoy va a ceder a la presión del chantaje del trompeteado choque de trenes. Sorprende que intelectuales como Mario Vargas Llosa, organizados en el manifiesto Libres e Iguales, se muestren tan inquietos y reiterativos cuando el presidente del Gobierno se ha pronunciado siempre con mucha claridad al respecto. Por eso me parece mucho más sugerente el otro manifiesto que reclama una reforma constitucional en clave federal. Particularmente interesante es el hecho de que incorpore nombres no solo de la izquierda, sino también del centro derecha, como la figura destacada del exdirector de ABC y hoy influyente periodista José Antonio Zarzalejos. Cuantos más federalistas de derechas aparezcan en los próximos meses, mejor para todos.

En realidad, la tercera vía entendida como concesiones al soberanismo para evitar el conflicto no es posible ni tampoco conveniente. El único camino razonable a medio plazo es la reforma constitucional. Pero para ello hacen falta varias cosas. Primero, perderle el miedo al 9-N. Por eso una parte del mundo económico catalán se equivoca buscando apaños cortoplacistas. Hay que pasar cuanto antes la página de la consulta y dejar a un lado la adictiva escolástica del proceso. Y, segundo, en cuanto Pedro Sánchez se asiente como líder del PSOE, Rajoy debería llamarlo para ofrecerle revisar la Constitución y empezar a articular un nuevo consenso sobre el que pueda construirse un proyecto de España más atractivo e integrador. Difícil pero imprescindible.