La evolución del proceso soberanista catalán

Parámetros de una entrevista

No se trata de que Rajoy y Mas lleguen a acuerdos ahora sino de que ayuden a disminuir la tensión

XAVIER BRU DE SALA

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Mejor no sugerir perspectivas ilusorias. Las posiciones están fijadas. Rajoy no tiene margen ni para proponer una pregunta alternativa ni para autorizar el referendo o mirar hacia otro lado. Si este es el caso, como todo el mundo prevé, Mas tampoco tiene margen para proponer cambios en el acuerdo con los partidos soberanistas. No sin una oferta del Gobierno central, que nadie espera. Para que no se tratara de una entrevista sino de La entrevista, se deberían haber abierto rendijas que prefigurasen una posibilidad de acuerdo. Por mucho que las presiones por una entente sean fuertes, y hay que suponer que son ejercidas con convicción y contundencia, aunque tal vez con excesiva discreción, las dinámicas que nos han llevado hasta aquí no se podrían cambiar de repente ni si esta fuera la voluntad de los protagonistas. Como todos sabemos, no es el caso. El 9-N no se votará y empezará una nueva etapa de la confrontación entre una sociedad que pretende cambiar la relación con el poder central y un poder central que no está dispuesto a encarrilar estas aspiraciones. Cuando menos en las presentes circunstancias.

¿Cómo va a ser esta nueva etapa? No conozco ningún analista ni futurólogo que esté en condiciones de afirmar si el día siguiente del 9-N habrá o no alteraciones. Entre los independentistas es grande el número de impacientes. El incremento de la tensión es previsible. Que los impacientes dispongan o no de un clima favorable para ocupar calles el día 10 depende en buena parte de esta entrevista. Sobre todo de los mensajes difundidos a la salida. Por lo tanto, la clave no se encuentra tanto en lo que puedan decirse Mas y Rajoy sino en las declaraciones de los dos cuando acabe. Es imprescindible, según la sensatez, que las palabras de los dos líderes tiendan a acotar y disminuir la tensión.

Para hacernos una idea clara de la situación, conviene recurrir a la distinción entre el fondo y la forma. Si sobre el fondo de la cuestión no se esperan cambios, si no son de matiz, conviene centrar las expectativas en las formas, en los mensajes, que deben ser de moderación y no de enardecimiento. El carácter de los dos, la manera de ser de uno y el otro, conducen a prever y a desear palabras tranquilizadoras. Lo ideal, sin abandonar un prudente realismo, consistiría en el anuncio de continuidad de las entrevistas, tendente a explorar alguna vía de acuerdo en el futuro.

Por otro lado, conviene recordar y tener siempre muy presente, que en Catalunya nadie ha votado a favor de otra cosa que el derecho a decidir. En democracia, no hay atajos. Las urnas son el fundamento, y habrá que esperar a que lleguen. Por fortuna, en el curso de unos cuantos meses se producirán tres convocatorias electorales, las municipales, las generales y las catalanas, por este orden si no hay novedades. El futuro del soberanismo dependerá de los resultados de estas tres convocatorias, de manera especial las autonómicas. Es la voluntad popular expresada a través del voto, si es mayoritaria y persistente, la que determina cambios en el curso de los acontecimientos. Este argumento, sumado a la distensión que Rajoy y Mas tienen la obligación de protagonizar, tendría que bastar para mantener a raya a los impacientes. El único aliado del soberanismo catalán es la democracia, y en España hay democracia para rato.

Hay que tener siempre presente que el llamado proceso catalán no cuenta con precedentes ni con referentes de aplicación fácil. En el contexto euroatlàntico actual no se ha producido nunca la división de un estado en dos. En las dos ocasiones que una región nacionalmente diferenciada ha propuesto la secesión, el Estado ha propiciado la expresión del voto, con el resultado que todos conocemos en Quebec y el que está por ver en Escocia. El caso de España es discordante, en el sentido que el Estado se dispone a prohibir una votación específica sobre la formación de un nuevo Estado, con el argumento que las leyes no lo permiten. Tampoco lo permitían en Canadá, se celebraron dos referendos y no parece que por ahora el soberanismo quebequés esté en condiciones de convocar un tercero. Tampoco lo preveía el ordenamiento jurídico británico pero Cameron y Salmond llegaron a un acuerdo (que sea dicho de paso excluye la tercera vía propuesta por Salmond y negada por Cameron).

La singularidad de la respuesta de Madrid aconseja calma, prudencia y paciencia, que son lo contrario de la precipitación. Ante las curvas y las incertidumbres, es aconsejable reducir la velocidad, lo que no significa recular ni abandonar el propósito sino someterlo al escrutinio del voto.