Interferencias

Ovación al tarareo de 'Els segadors' en el Lliure

IOSU DE LA TORRE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El domingo, el público que asistía al último pase de Un trozo invisible de este mundo aplaudió a la espectadora que, en la primer fila, tarareó Els segadors después de que el policía interpretado por Juan Diego Botto le ordenase demostrar que conocía el himno de su país y que lo entonara. No era una espontánea en el Lliure , sino una de las tres personas elegidas al azar por el actor para el monólogo de ese agente de aduanas que sermonea a inmigrantes detenidos al llegar a un aeropuerto español.

Sorprendida en los primeros minutos de la obra por verse dentro de la escena, la mujer apenas titubeó. «El del meu país?», preguntó muy bajito y se atrevió con las notas del himno de Catalunya. Por dos veces. Con el actor subido a una cinta transportadora, los brazos en jarras, intimidante. La sala Fabià Puigserver aplaudió el tarareo y Botto prosiguió el discurso como si nada, o sí. Era la primera ocasión en que le sucedía algo semejante en las tres semanas de funciones en Barcelona.

La obra continuó. A Botto se le escapó alguna lágrima en la tanda de aplausos con Astrid Jones, intérprete de uno de los actos de Un trozo invisible... Y se multiplicó la emoción (foto) al lanzar una sentencia de García Lorca en defensa del teatro, tan castigado hoy con el IVA del 21%, y mandar un abrazo a Lluís Pasqual y a toda la gente del Lliure.

El aplauso a la mujer que esbozó Els segadors resume parte de lo que se espera del arte escénico, que refleje el tiempo en que se vive. Los monólogos concebidos para no olvidar los catástrofes desatadas por las dictaduras, el dolor del exilio y la inmigración alcanzaron el objetivo con el añadido de casi 800 personas aplaudiendo el himno de un país. La calle, buena parte de la calle, expresándose en el teatro. ¿Casualidad? ¿Exageración? Sucedió, simplemente.

La interactuación vivida el domingo en el Lliure refleja el ánimo de esa mucha gente que quiere hacerse escuchar. Hoy, el escenario puede convertirse en megáfono. Así lo intuyeron en la sala Barts con los encuentros del ciclo Instint. A partir de diferentes diálogos -Jordi Évole y Ana Pastor, Albert Om y la monja Forcades, Risto Mejide y José Corbacho, el dúo Gomaespuma, o anoche mismo Andreu Buenafuente y Eduard Punset-, el público aporta ideas. Es un modo de palpar lo que está pasando y dar voz al que no tiene una esquina donde expresarse.

Posdata a Juan Diego Botto: soy el espectador que puso cara de imbécil cuando me preguntó si sabía cómo y cuándo comenzó la crisis. Al que le dijo «menos mal que yo sí he leído y tengo una cultura». Las disculpas no son necesarias. ¡Mucha mierda!