Análisis

La oportunidad para un gigante con pies de barro

Los mercados han interpretado la subida de los tipos como una señal de que en Rusia las cosas están peor de lo que parecen

RAMON XIFRÉ

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El pánico se ha instalado en Rusia. Hacía ya meses que el rublo se depreciaba, en parte por la caída del precio del petróleo, que es la base de las exportaciones del país y el pilar de la economía en su conjunto. Además, los años de bonanza en los precios del petróleo, ciertos hábitos de consumo y una extensa red de sectores dominados por oligopolios o directamente por el Estado han contribuido a disparar la inflación. Rusia es un gigante económico bajo amenaza de que se desintegren sus pies de barro.

Muchos de los que tenían negocios con Rusia experimentaban claramente que las cosas se iban deteriorando y que las inversiones rendían cada vez menos, y por eso vendían los activos rusos y los importes volaban, haciendo caer aún más el rublo. Finalmente, el Banco Central de Rusia tomó la decisión de subir de forma importante el tipo de interés de interés de referencia con el objetivo de mejorar el atractivo de las inversiones en el país y frenar la caída de la moneda.

Lo que en otras condiciones habría sido una respuesta de manual para hacer frente a la crisis, esta vez ha generado el efecto contrario y ha echado más leña al fuego. Los inversores -esos mercados que caprichosamente van desplazando su foco de atención a lo largo del planeta- llevan tiempo mirando a Rusia y han interpretado la subida de los tipos de interés como una señal de que las cosas están peor de lo que parecen, de debilidad económica, un reconocimiento de cierta impotencia por parte de quien debería poder controlar la situación. De hecho, la subida de tipos de interés ha tenido el efecto devastador de abrir la puerta mental a considerar el peor de los escenarios: que Rusia imponga algún tipo de control de capitales y limite la salida de dinero del país. No sería nada particularmente raro en ese país ni algo que no suceda en países con fuertes nexos entre las élites políticas y económicas. Pero el simple hecho de que ese escenario esté ahora sobre la mesa, aunque tenga una probabilidad muy baja, genera un efecto de desbandada hacia otros destinos más seguros. Además, desde la perspectiva interna una subida de tipos llevará a una caída del crédito y agravará la situación de la economía real.

De momento parece que el desastre es básicamente local y no se detectan contagios significativos hacia otros mercados emergentes ni hacia países desarrollados. De hecho, tomando distancia de la situación, lo que ocurre en Rusia parece dar a la razón a los que sostienen que uno de los mayores riesgos globales no es la falta de financiación y liquidez, sino la falta de activos seguros, de productos que prometan ese ideal de invertir con el 100% de garantías. Por eso se ha disparado la inversión en bonos alemanes y probablemente el Tesoro norteamericano también pueda conseguir algo para sí como consecuencia de las turbulencias rusas.

Riesgo de desestabilización

Ahora bien, estos efectos de rebote positivo para terceros países son de segundo o tercer orden si se comparan con los gravísimos perjuicios que tendría para todos una desestabilización seria en Rusia. Además de las implicaciones económicas directas, hay que tener en cuenta la dimensión política y geoestratégica. De hecho, el drama que se vive en Rusia puede ser una oportunidad para que el gigante refuerce sus pies de barro y, de paso, llegue a acuerdos con sus vecinos.