Elena Fortún

Elena Fortún.

Elena Fortún. / periodico

DOMINGO RÓDENAS DE MOYA

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De vez en cuando se produce un rescate de la inmensa bolsa del olvido. Obras, autores que conocieron el éxito y el prestigio -o que mereciéndolos no los tuvieron-, emergen desde la amnesia cultural con una luz deslumbrante. Asombra que esas voces no hayan mermado su poder de observación de un mundo que ya no es el nuestro o su fuerza de conmoción de unos lectores que ya no somos los mismos. Ocurrió hace pocos años con el periodista Manuel Chaves Nogales y ha vuelto a suceder con Elena Fortún (1886-1952), la creadora del personaje de Celia, la niña pizpireta y audaz que entusiasmó, desde la República y hasta la noche franquista, a generaciones de lectoras (y lectores, como Jaime Gil de Biedma) infantiles. Dos Cármenes, Laforet y Martín Gaite, crecieron bajo el influjo de Celia, y la segunda celebró aquella creación genial de Encarnación Aragoneses, que fue el nombre civil de Elena Fortún, aunque pronto se dio cuenta de que quien exigía recuerdo y homenaje era la escritora, a la que consagró unas pesquisas al reeditarse en 1991 el primer libro de la serie, 'Celia, lo que dice'.

Desde entonces, ha habido biografías que iluminan la vida desdichada de Elena Fortún y exhumaciones de sus obras. Toda esa labor de restitución está dando sorpresas mayúsculas. En 2015, el volumen 'El camino es nuestro' mostraba a una Elena Fortún feminista y republicana que había tenido que reprimir su lesbianismo dentro de un matrimonio infeliz y cuyo amor era (y fue hasta el final) la grafóloga Matilde Ras. En el verano de 2016 se publicó la novela inédita 'Celia en la revolución' (escrita en 1943), en la que una Celia de quince años es testigo de los estragos de la guerra civil y, con llaneza desarmante, reza por «que no se mate a nadie más, que se estropeen todos los aviones». Ahora aparece 'De corazón y alma' (Fundación Santander), una primorosa edición de las cartas que entre 1947 y 1952 se cruzaron Elena Fortún y Carmen Laforet, una camino de su muerte y la otra en la cima de su carrera literaria, ambas en una España "donde se ha parado el tiempo y lo que no es legal es pecado" (lo dice Fortún), ambas mujeres de inmenso talento maniatadas por sus circunstancias. Una lectura necesaria que apena y alecciona.