Ochos, nueves y cartas que no casan

Sumar o restar valores próximos a cero es irrelevante. Por eso tendemos a eliminarlos de las matrices de cálculo. No tiene sentido hacer sumas largas que den igual resultado que sumas cortas hechas solo con sumandos significativos. Pero hay que tener cuidado porque, a veces, los sumandos irrelevantes se convierten en significativos mientras vamos sumando sin considerarlos, lo que falsea el resultado.

Ocurre a diario. La economía digamos convencional se acostumbró a eliminar esta tediosa lista de casi ceros y opera con unas matrices simplificadas que, hoy día, dan verdadera grima. Muchos de los sumandos irrelevantes en los siglos XIX o XX son ahora grandes partidas que, sin embargo, se ignoran en la matriz de cálculo. Es el caso de los balances ambientales, por ejemplo. El aire no se ve como un bien económico, pero la contaminación atmosférica o la alteración climática nos cuestan fortunas.

En la actual sociedad del bienestar, otros de esos parámetros hasta ahora aritméticamente irrelevantes cobran entidad. Por ejemplo, la desesperada frustración de los jóvenes y de los mayores ante el adelgazamiento extremo de su mercado laboral. Además de injusto, es muy peligroso. Se dio por insignificante el paro juvenil, porque lo era, y nos acostumbramos a suprimirlo de la matriz de cálculo, tal como pasa con la calidad del aire.

Todos estos enteradillos almidonados que nos cuentan condescendientemente lo bien que vamos y lo deprisa que nos recuperamos de la crisis no suman correctamente. Saben sumar, pero olvidan sumandos capitales. Sus cuentas son penosas, y encima solo quieren que las aplaudamos. Solo piensan en crecer, sin percatarse de que no cesamos de menguar. Dejan de sumar partidas negativas. Sus sumas son pura falsedad. O las rehacemos y corregimos el rumbo, o será trágico.