Pequeño observatorio

El obligado alargamiento de las camas

Por fortuna se tiende a no imponer la autoridad justificándose en el desarrollo de la musculatura

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Estoy seguro de que los lectores se habrán dado cuenta de que cada vez hay más chicos y más chicas de notable estatura. No son casos ocasionales. Me atrevo a decir que ya son mayoría, y si no es así, pronto lo serán. De momento no son raras excepciones. Hasta ahora, la tradición era que la diferencia de sexo se manifestara, también, por la diferencia de estatura. Este hecho reforzaba la idea social de que el hombre se presentara visualmente como protector y la mujer como protegida.

Más allá del carácter de él y el de ella, de las diferencias de cultura o de origen social, la desigualdad de altura ligaba con la idea de la 'autoridad marital', una superior autoridad que había sido reconocida por la ley. Ahora la autoridad la ejerce quien quiere y puede, y afortunadamente se tiende a no imponer ninguna que tenga como justificación la diferencia en el desarrollo de la musculatura.

Los nuevos tiempos han abierto caminos para que la autoridad deje de ser atribuida rutinariamente al hombre o a la mujer, y uno de los hechos que más admiro de las jóvenes parejas de hoy es que la autoridad sea razonablemente compartida o atribuida al uno y al otro de acuerdo con las posibilidades y aptitudes de cada uno.

Quizá por coherencia con los hechos sociales, y la igualdad de derechos, las chicas han decidido ponerse a crecer. Ninguna inferioridad, y la primera y más visible de las que se tienen que corregir es la del 160 centímetros contra el 180. Miro algunas parejas jóvenes y me da la impresión de que tienen un pacto: ambos igualados a 190.

Ya sé que este crecimiento de la altura femenina aún no se ha impuesto, la biología suele ser más bien lenta. Pero miro atrás y recuerdo aquellos tiempos en que decían, señalándome, «aquel chico alto». Si esto me gustaba, se acabó. Y queda prohibido recordar el antiguo dicho: «Cuanto más alto más animal». Era una absurda venganza de los bajos. En cualquier caso, lo que debemos desear es estar a la altura de las circunstancias.