Pequeño observatorio

No, no, no ha sido duro

El 'sí' y el 'no' son como las bombas. Cuanto más comprimidas, más explosivas

JOSEP MARIA
Espinàs

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He de excusarme ante los lectores habituales de esta columna por lo que el pasado día 14 apareció al final de mi artículo, que llevaba el título Entre 'Madrí' y 'Madrit'. El error aparece en el párrafo final, que dice: «Los mozos trabajaban con la musculatura. Estoy seguro de que yo no serviría para cargar paquetes uno tras otro, pero he tenido la suerte de poder, y querer, ser aprendiz de un oficio que me ha sido duro, en buena parte gracias a la ayuda de los lectores».

Falta un «no». Porque yo quería decir que, comparado con el esfuerzo de los obreros que trabajaban con la musculatura, mi oficio no me ha sido duro. Físicamente, esto es indiscutible. El problema es que el «no» desaparece en la última frase, cuando digo «en buena parte gracias a la ayuda de los lectores».

Pero lo que se puede leer es lo contrario. Que escribir me resulta duro y que, a sufrir la dureza, me han ayudado a los lectores.

Scripta manent, decían los latinos. Los escritos perduran, y naturalmente también los disparates. Pero lo menos que se puede hacer es aclarar el disparate. A todos aquellos lectores que hayan leído el texto sin poner el no que falta, les tengo que decir que «ser aprendiz de mi oficio no me ha sido duro, en buena parte gracias a la ayuda de los lectores».

¡Qué palabras más poderosas, el  y el no! Según sean las circunstancias, tan positivas o tan negativas. Solo tienen dos letras cada una, y pienso que son como las bombas. Cuanto más comprimidas, más explosivas. Una frase oral mal construida puede ser adecuadamente interpretada por quien la escucha.

El lenguaje es un gran depósito de matices e incluso cuando hablamos podemos rectificar mientras lo hacemos: «¿Dices que es una película mala?», se extraña alguien. Existe una posible respuesta a la pregunta: «A mí, al menos, no me ha gustado». Ahora bien, si un  suplanta un no, o un no suplanta un , y no podemos corregirlo de forma inmediata, sentiremos por dentro la desagradable risita de la angustia.