La rueda

Musulmanes de Catalunya

NAJAT EL HACHMI

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Para muchos niños hijos de familias musulmanas que viven aquí las personas se dividen en dos grandes grupos: los musulmanes y los catalanes. Para un buen número de hijos de inmigrantes seguidores de Mahoma, nacidos y crecidos aquí, que van a la escuela en catalán, esta sigue siendo la gran dicotomía. Los musulmanes, para estos niños, son los que rezan cinco veces al día, hacen el Ramadán y hablan marroquí (que significa dialecto marroquí o amazigh), mientras que los catalanes son los que no hacen ninguna de las cosas anteriores pero además comen cerdo y carnes que no se compran en las carnicerías marroquís y beben alcohol.

Pasan años y generaciones, pero esta disyuntiva clara y definida parece vigente. Así no hace mucho, oía a unos niños de 6 o 7 años que preguntaban exactamente eso: ¿tú eres musulmana o catalana? Y aunque pueda parecer una confusión meramente semántica, una imprecisión léxica debida a su corta edad, lo cierto es que aún se hace difícil ser, hoy en día, musulmán y catalán a la vez sin que ello suponga un grave conflicto personal, identitario.

Y es que aún está pendiente la construcción de un islam catalán, lo que a estas alturas de la película ya se habría podido dar. Para hacer frente a la escisión interna que supondrá para estos niños tener que elegir entre ser catalanes o musulmanes, la única solución es que haya un espejo donde se vean reflejados. ¿Los reconoce la sociedad que acogió a sus abuelos o sus padres y donde han nacido? ¿Los quiere tal como son? ¿Respeta la diferencia y garantiza que tengan igualdad de derechos como ciudadanos o los sigue tratando como elementos foráneos? Viendo las condiciones en las que rezan los musulmanes de Catalunya, o en locales apretados o en oratorios en los márgenes de las ciudades, todo parece indicar que no hay voluntad de hacer posible esta intersección identitaria.