Pequeño observatorio

Mucha gente quiere subir al ring

La política es más dura que el boxeo: aunque se reciben golpes siempre se quiere volver al cuadrilátero

El 25 de mayo de 1965 Muhammad Ali, aún llamado entonces Cassius Clay, en su enfrentamiento con Sonny Liston, en Maine

El 25 de mayo de 1965 Muhammad Ali, aún llamado entonces Cassius Clay, en su enfrentamiento con Sonny Liston, en Maine / RMB

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Tengo la impresión de que ya hace mucho tiempo que no se habla de boxeo.Cuando yo era joven los periódicos y las radios –aún no había televisión– hablaban de los combates más importantes. Me bailan por la cabeza los nombres, Joe Frazier, Cassius Clay... Si los recuerdo es realmente porque se hablaba mucho de boxeo.

El boxeo es un «deporte de combate», según las definiciones que he encontrado. No nos ha de escandalizar a la palabra 'combate'. Con toda naturalidad hablamos de combate de las ideas, combate de opiniones, el combate que en algún momento hemos mantenido con nosotros mismos para decidir tomar o no una decisión. Sospecho que el combate con los puños es uno de los deportes más antiguos teniendo en cuenta que los romanos practicaban el 'pugilatus', que de ahí viene la palabra 'púgil' para designar a un boxeador. Estos ejercicios de lucha física eran patrimonio, al parecer, de círculos aristocráticos donde se cruzaban apuestas.

Creo que ha desaparecido para la juventud de hoy una expresión que en mi tiempo era bastante frecuente entre los 'modernos'. Se decía de alguien que había fracasado ante un competidor: «Le ha dejado knok-out». Fuera de combate. Esto era más que una derrota. Era la humillación de caer al suelo, las piernas plegadas y, a menudo, durante unos instantes la pérdida de conciencia. El árbitro del combate se agachaba un poco sobre el caído y empezaba a contar segundos: uno, dos, tres, cuatro... 

La señal de la derrota era levantar un brazo, un gesto que hacía el mánager del perdedor para mostrar que se rendía, que su pupilo ya no podía más. La señal de rendición era el gesto de lanzar una toalla en la pista de combate.

Me atrevería a decir que la política es más dura que el boxeo. Muchos aspirantes a tener poder no suelen rendirse aunque las perspectivas de éxito sean prácticamente nulas. La política es más dura que el boxeo, sí, pero algo tendrá porque tras recibir golpes hay políticos que siempre quieren subir al ring.