Ministro en blanco y negro

Celebración del 'Pacte dels Vigatans', en la ermita de Sant Sebastià. XAVIER GINESTA

Celebración del 'Pacte dels Vigatans', en la ermita de Sant Sebastià. XAVIER GINESTA / periodico

Xavier Ginesta

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Este domingo se celebraban los 308 años del Pacto de los Vigatans (17 de mayo de 1705) en la ermita de San Sebastián, entre Vic y Santa Eulàlia de Riuprimer. Momento de locura colectiva, esteladas por todas partes y colgando del campanario en recuerdo de los patriotas austracistas que se levantaron contra Felipe V en defensa de los privilegios de Catalunya. Cada año, de hecho, la fiesta sirve para que el alcalde de Santa Eulàlia entregue a un niño del pueblo una llama que custodiará durante cuatro meses en su casa, que servirá para encender las antorchas de la Marcha de los Vigatans y quemar simbólicamente el 10 de septiembre al atardecer, los Decretos de Nueva Planta.

Es la recreación de una insumisión, de una lucha a vida o muerte. Sin opciones intermedias. Hoy, sin embargo, las batallas no son entre compañías de miquelets y dragones franceses; hoy, la guerra es para controlar el universo simbólico del país, lo que realmente acabará justificando o no el camino de la autodeterminación emprendido por la mayoría de fuerzas políticas del Parlament. Hace más de 300 años, los Vigatans clamaron contra el uniformismo borbónico; este domingo, la presidenta de Òmnium Muriel Casals quemaba con sus palabras la ley Wert (LOMCE) y el 'exconseller' Carles Solà, representante de Acción Cultural del País Valencià, acusaba a Madrid de perpetuar "una limpieza étnica cultural".

Lo que España está viviendo estos días con la aprobación, por el Consejo de Ministros, del nuevo proyecto de ley de educación constata la estrategia deliberada de un PP que pretende volver a dibujar un país en blanco y negro, uniforme (¿y uniformado?). La LOMCE añade, no hace falta decirlo, en el ataque contra el catalán que también supuso la rotura del modelo lingüístico balear que el gobierno conservador de las islas consumó hace poco. Qué lejos quedan, para muchos, aquellas palabras de Ramon Llull --"Yo soy mallorquín, yo soy catalán de Mallorca"--, que recordó Josep de Lluís, representante de la Obra Cultural Balear en el acto de Vic. Más allá de la respuesta judicial que preparará el Ejecutivo catalán --si la LOMCE no es modificada en su trámite parlamentario--, lo que es preocupante es volver a ver como una ley de educación responde a una voluntad política que va mucho más allá de la búsqueda de soluciones y consensos para afrontar los problemas que tiene la enseñanza del país: en cifras, 30% de fracaso escolar y 50% de paro juvenil.

La ley pretende "españolizar" --en palabras del ministro Wert-- los alumnos. "Que los futuros españoles se sientan orgullosos", decía María Dolores de Cospedal. Nunca tanta insensibilidad territorial había exudado del debate educativo, ni tanta insensibilidad social. Restar financiación a la Generalitat para pagar la educación en castellano lamina el modelo de inmersión lingüística de Catalunya, así como también pone contra las cuerdas a un modelo de escuela pública (y concertada) que ha servido para integrar diariamente los recién llegados, sin distinción de origen o de religión. En definitiva, un desaire autoritario al trabajo que múltiples maestros de la escuela catalana han hecho para garantizar la convivencia y, consecuentemente, un penoso retorno a un sistema que, con el tiempo, podría volver a dividir entre ricos y pobres, entre catalanes y españoles.

Fragmentación social a costa de uniformidad intelectual: un mal cambio. De hecho, Solà se quejaba a la ermita de San Sebastián: "Es una ley innoble e indigno, que quiere pagar con dinero público la enseñanza en castellano y, por el contrario, quien quiere enseñanza en catalán en Valencia no tiene ningún ayuda". Es una ley hecha a lo bruto, que olvida el matiz, de pocos argumentos pedagógicos y demasiado fondo doctrinal. Es una ley que, como muchas que tienen orígenes messetaris, caen en el error histórico de entender y construir una España uniforme. Recordando el 1705, aunque todo se hacía más evidente.

Post publicado en el blog de Xavier Ginesta