Dos miradas

¡A la mierda!

EMMA RIVEROLA

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Marta Ferrusola envió a la mierda a un periodista y, a través de él, a todos nos ha enfangado un poco más. La matrona del clan no se siente cómoda con el papel que la historia parece haber reservado para ella. Intrigante, ambiciosa o insaciable son algunos de los adjetivos que ha ido acumulando durante estos días. El de xenófoba se lo ganó a pulso con sus reiteradas críticas a los inmigrantes o a todo aquello que no transpirara pureza de catalanidad. En realidad, su último desprecio hace honor a su trayectoria. Ella siempre fue la versión sin tapujos del matrimonio. Mientras que Jordi Pujol se dedica a enviar cartas fuleras a los ciudadanos y notas prepotentes al Parlament, ella nos envía a la mierda. Mucho más claro.

Llueven desprecios. De unos y de otros. El ministro de Hacienda comparece en el Congreso y arremete contra Pujol y acaba embistiendo al nacionalismo, utilizando la culpa de uno para denigrar a toda una opción política. Quizá Montoro se sintió íntimamente satisfecho con la ofensa, pero utilizar la humillación como arma política es instalarse en la pérdida colectiva. Resentimiento, aversión y rabia son los únicos frutos de la estrategia de la humillación. Un material demasiado sensible y de comportamiento impredecible. Día tras día, la distancia entre las dos riberas del Ebro parece ampliarse. En sus márgenes, los sedimentos se acumulan con la podredumbre arrojada. Una mierda, que diría Marta.