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ROSA MASSAGUÉ

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Después de un a discutible escénicamente 'Carmen' y una musicalmente insatisfactoria 'The Rake's progress', llega el momento de hablar de dos auténticas joyas, redondas, bien acabadas y bien interpretadas que presenta el Festival d’Aix en Provence. Casi cuatro siglos las separan. La más cercana a nosotros es ‘Pinocchio’, un encargo del festival al compositor belga Philippe Boesmans, que ha tenido su estreno mundial en el Grand Theatre de Provence. La otra tiene más de 350 años de vida aunque ha permanecida muda casi todo este tiempo. Es ‘Erismena’, de Francesco Cavalli, representada en el pequeño teatro del Jeu de Pomme de la ciudad provenzal.

Boesmans es un compositor bien conocido del público de Aix. En este festival, en el 2005, estreno con gran éxito su ‘Julie’ basada en la obra teatral ‘La señorita Julia’, de August Strindberg. Para esta nueva ópera ha recurrido a otro dramaturgo, al contemporáneo Joël Pommerat, autor de una pieza teatral titulada ‘Pinocchio’ sobre el celebérrimo cuento del italiano Carlo Collodi que narra las aventuras de una marioneta que quiere ser humana y a quien le crece la nariz cada vez que miente.

Aunque en la sala el domingo por la tarde había bastantes niños, este ‘Pinocchio’ no es muy infantil. Es más bien una versión oscura del cuento aunque se acerca bastante a la narración original. Y Pommerat, que además del libreto firma la puesta en escena, también presenta su historia con tintes poco alegres mediante una escenografía sobria en la que domina el negro. Nada que ver con Walt Disney.

En estos tiempos en que reina este sinónimo de mentira que hemos dado en llamar postverdad, las palabras iniciales que pronuncia el director de una compañía de teatro suenan bien: “Jamás os mentiré, jamás os diré otra cosa que no sea la verdad”. Una verdad es que la marioneta tallada de un trozo de árbol caído por El Padre contradice desde que empieza a hablar al buen salvaje de Rousseau.

Este Pinocho nace con bastante mala baba, exigiendo lo que el hombre no le puede dar. Luego la sociedad, en su encuentro con los timadores y los explotadores, le acaba de malear, pero un hada le vigila y le va indicando el camino que debe recorrer pese a los tropiezos y las mentiras. Tras el encuentro con el padre en el vientre de la ballena un nuevo engaño le permitirá ser expulsado de la caverna del monstruo marino y salvar así al progenitor. Esta especie de equivalente teatral de una novela de formación tiene moraleja. La figura de madera acaba convertida en un buen muchacho de carne y hueso.

A sus más de 80 años Boesmans, presente en la sala, ya no tiene que demostrar nada a nadie y ha compuesto una partitura en la que hay de todo y todo bueno. “Compongo con la historia de la música”, declara el compositor en el programan de mano. Las citas de numerosos estilos componen una partitura de una gran riqueza excelentemente servida por la formación Klangforum Wien dirigida por Emilio Pomarico, y por una banda sobre el escenario que improvisa con acordeón, saxofón y violín.

La escenografía es aparentemente sencilla, con pocos elementos sobre el escenario, pero muy sugestiva, con imágenes de video de Renaud Rubiano. Hay momentos brillantes. El mar en el que Pinocho va a la deriva lo es particularmente, lo mismo que el personaje de la hada, que aparece desde una enorme altura y vestida de un blanco inmaculado que contrasta con la oscuridad general.

La joven soprano Chloé Briot como Pinocchio, pequeña de estatura, puro nervio, aire gamberro y con una bellísima voz, se come el escenario con su constante ir y venir. Otra soprano, Marie-Eve Munger, es la hada y su línea de canto se mueve en notas muy agudas que resuelve perfectamente. El puntazo de voces masculinas lo da el barítono Stéphane Degout, tanto cuando declama como director de la troupe teatral como cuando canta en los otros papeles que interpreta que son el del primer timador, segundo asesino y director de un circo.

Otras dos voces masculinas importantes del panorama operístico francés son las de Vincent Le Texier que interpreta el padre, el tercer asesino y el maestro de escuela, y la de Yann Beuron que se multiplica en más papeles todavía como son el de segundo timador, director del cabaret, juez, primer asesino y un marchante de asnos. Completa el reparto Julie Boulianne como cantante de cabaret y mal alumno.

EN EL TUNEL DEL TIEMPO // Con ‘Erismena’ el festival da un salto atrás en el tiempo para continuar con la tarea de exhumación de obras de Francesco Cavalli, el prolífico compositor veneciano del siglo XVII cuyo repertorio, salvo escasas excepciones como ‘La Calisto’, desapareció por completo de los escenarios.

El director Leonardo García Alarcón es seguramente el mayor adalid de la recuperación de las óperas de aquel compositor que fue alumno de Monteverdi y que dio días de gloria al teatro veneciano. En el 2013 el director argentino ya trajo a Aix ‘Elena’ y el pasado año presentó en Paris, en el Palais Garnier, ‘Eliogábalo’.

Ahora ha regresado a Aix con sus músicos, once, que forman la Cappella Mediterranea, para deleitarnos con esta ’Erismena’ de música muy fresca y ágil. El libreto de Aurelio Aureli presenta una trama difícil de explicar por lo enrevesada. Es una historia de intrigas amorosas y políticas que se cruzan y entrecruzan, en la que nada ni nadie es lo que parece. Ni un soldado es un soldado, ni una criada es una criada. Quienes creen ser enemigos acérrimos y están dispuestos a matarse descubren, gracias a la presencia de una vieja ama de cría conocedora de todos los secretos, que son padre e hijo o hermano y hermana y así hasta el final feliz.

En algunos aspectos parece anticipar al mismo Mozart. Uno de los personajes lanza una diatriba contra las mujeres veleidosas con palabras muy parecidas a las de Don Alfonso en ‘Cosí fan tutte’. Y al acabar, antes de que baje el telón, un bellísimo cuarteto parece el final de una ópera del salzburgués.

‘Erismena’ tiene diez personajes interpretados por dos sopranos, tres contratenores, dos tenores, una mezzosoprano, un bajo y un bajo-barítono.  Las varias voces de cada cuerda son realmente muy distintas complementándose muy bien. El nivel vocal es muy alto y homogéneo aunque destacan la Erismena de la soprano Francesca Aspromonte, que tiene su contrapunto en la otra soprano, en Susanna Hurrell como Aldimira, e Idraspe del contratenor Carlo Vistoli. Otro contratenor, Jakub Józef Orlinski luce además sus dotes acrobáticas. El tenor Stuart Jackson tiene el siempre agradecido papel del ama de cría Alcesta que despierta la hilaridad del público.

Completan el reparto Alexander Miminoshvili (Erimante), Lea Desandre (Flerida), Andrea Vincenzo Monsignore (Argippo), Tai Oney (Clerio Moro) y Jonathan Abernethy (Diarte). Las dimensiones del teatro que crean un sonido envolvente juegan a favor de una ópera de este tipo.

La puesta en escena que firma Jean Bellorini es del tipo ‘feísta’. Unas torres y una gran reja metálica movible y ruidosa delimitan las escenas. Lo mejor es un techo de bombillas que se encienden y apagan en función de cuánto dice el libreto, aunque es un juego demasiado sutil porque a veces pasa desapercibido. El vestuario de Macha Makeïeff está en la misma línea ‘feísta’, una especie de ‘grunge’.

La mayoría de los jóvenes cantantes de esta ópera, así como varios del reparto de ‘Pinocchio’, han pasado por la academia que anualmente organiza el festival lo que demuestra el buen trabajo de esta iniciativa formativa y que al otro lado del escenario de esta cita anual con la ópera hay un serio trabajo que mira al futuro.

Óperas vistas en la tarde y noche del 9 de julio.     

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