De Manos Limpias a manos sucias

El presidente de Manos Limpias, Miguel Bernard, tras presentar una denuncia contra Artur Mas, en agosto del 2015.

El presidente de Manos Limpias, Miguel Bernard, tras presentar una denuncia contra Artur Mas, en agosto del 2015. / JLR

Albert Sáez

Albert Sáez

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La Audiencia Nacional tiene en marcha una operación contra el mal llamado sindicato Manos Limpias y contra Ausbanc, la presunta asociación de usuarios de la banca. Les acusan de diversos delitos, entre los que destaca el de extorsión. Resulta que quienes actuaban en nombre de la lucha contra la corrupción política y los abusos de los bancos en realidad a lo que se dedicaban era a amenazar a empresas, empresarios e instituciones para retirar las querellas que previamente habían presentado y que -me recuerda Ureta- algún juez había admitido a trámite. No seremos como ellos y respetaremos la presunción de inocencia pero la realidad es que el asunto no ha extrañado a casi nadie. La intensidad de la podredumbre y de la impunidad del llamado régimen del 78 nos ha hecho excesivamente tolerantes contra quienes han practicado el simple oportunismo y han convertido la presunta lucha contra la corrupción y los abusos en un negocio particular. Podríamos decir que esa práctica nos aproxima al colmo de la corrupción: cuando se pretende sacar tajada de erradicarla.

No son Manos Limpias y Ausbanc los únicos que manejan esas prácticas. En el periodismo, por ejemplo, también las encontramos. Hay quien cobra por publicar ciertas cosas y quien cobra por no publicarlas. Y lo hacen en digital y en papel. Hace poco lo comentaba con un responsable de comunicación de una gran empresa catalana y me confesaba que ese tipo de chiringuitos también les iban bien para hacer circular determinadas contrainformaciones.

Ciertamente todos hemos reído las gracias en algún momento de Manos Limpias y de Ausbanc. A la derecha nacionalista española les fue bien que el mal llamado sindicato persiguiese a Mas hasta las entrañas de la tierra. Y a los indepes les excitó ver a una infanta en el banquillo. A los bancos les fue bien que los usuarios pusieran freno a la cajas. Y a las entidades públicas de ahorro les excitó que denunciaran a los bancos privados. En fin, que llegados a este punto lo interesante será ver a quienes pagaron ahora que los que cobraron se encaminan a la cárcel.