Madres

El maltrato infantil es aún invisible. Silenciado por el propio manto que debería servir de protección.

EMMA RIVEROLA

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Madre coraje. Madre amantísima. Madre solo hay una. Día de la madre… Mamá me pega. El mismo día que los comercios y las redes nos saludaban con una avalancha de mensajes edulcorados de exaltación de la maternidad, el drama de Olga, la niña agredida por su madre, se publicaba en este diario. Por un lado, la imagen idílica, ancestral y venerada de la madre heroína, protectora, derrochadora de empatía y sostén emocional de la familia. Por otro, los manotazos que rompen los estereotipos balsámicos. Una quiebra que también forma parte de nuestra herencia, relatada ampliamente por la literatura. Mujeres opresoras, castradoras del desarrollo personal de la hija. ¡Silencio!, grita Bernarda Alba en su primera intervención en la obra de Lorca.

Pero Olga no es un personaje de ficción. Como no lo son esos 1.871 niños atendidos en Catalunya por maltrato en el 2015. Una cifra tres veces superior a la de hace cinco años. Este primer trimestre del año, ya se han recogido 453 denuncias. Dolorosamente numerosas, pero insuficientes según apuntan los expertos. El maltrato infantil es aún invisible. Silenciado por el propio manto que debería servir de protección. En el vídeo de Olga, los vecinos se interponen entre la madre y la hija. Una mujer coge a la niña de la mano. Ese sencillo gesto simboliza todo lo que podemos y debemos hacer. Madre solo hay una. Pero, por suerte, hay muchas manos que pueden tenderse.