Los 'Blair boys'

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ROSA MASSAGUÉ

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 El primer ministro italiano, Matteo Renzi, y el francés, Manuel Valls, tienen un espejo en el que mirarse y en realidad, ambos lo hacen. Los dos jóvenes dirigentes se declaran admiradores de Tony Blair. Él ha sido su maestro, el que abrió el camino a la conversión de la izquierda tradicional a postulados reformistas, el que enterró el socialismo clásico del Partido Laborista para poner en su lugar el posibilismo de lo que se llamó el Nuevo Laborismo que bebía doctrinalmente de la Tercera Vía

Casi dos décadas después de la llegada al poder del británico, sus epígonos italiano y francés siguen ahora su huella. Tenemos una memoria corta y vivimos en lo que desde la antropología social se llama "la tiranía del momento".

La rutilante y rompedora aparición de Renzi Valls en una escena política  gris y acogotada puede parecer algo nuevo. Quizá nos lo parece porque es lo que ansiamos. Queremos un cambio en la forma de hacer y entender la política tras los fracasos que nos han llevado a no saber o a poder superar la crisis. Pero lo que nos proponen desde Roma y París tiene su antecedente en Londres.

Si alguna gran diferencia hay, ésta se encuentra en el modo en que los tres llegaron al poder. Blair lo hizo en unas elecciones en las que consiguió la aplastante mayoría de 179 escaños sobre el Partido Conservador. Aquellas elecciones marcaron el inicio de un largo periodo de dominio socialdemócrata con mayorías amplias, oposición débil  y un clima de opinión favorable.

Ni Renzi ni Valls han llegado a la jefatura del Gobierno tras ganar unas elecciones. Es más, el francés lo hizo como consecuencia no de un éxito sino del fracaso estrepitoso del Partido Socialista en los recientes comicios municipales. El italiano hizo gala de su origen florentino para recurrir a la más clásica de las estratagemas políticas, la del golpe palaciego para echar al hasta entonces primer ministro de su mismo partido, el Democrático, Enrico Letta.

Hasta aquí las diferencias. Más allá de la juventud, si nos quedamos con la imagen encontraremos que la arrogancia es otra de las características que comparten. Del mismo modo lo es la actuación mediática. En tiempos de Blair no existían las redes sociales, pero el británico supo sacar un provecho extraordinario de sus apariciones en televisión, dispuesto siempre a debatir en mangas de camisa con un público que no siempre era obsequioso o acomodaticio.

Ha causado enorme sorpresa el acelerador que ha impuesto Renzi a las reformas que en su día anunció iban a ser una por mes. Blair ganó las elecciones el 2 de mayo de 1997. El día 6, sin esperar a la primera reunión del nuevo Parlamento, el canciller del Tesoro, a la sazón Gordon Brown, anunciaba la independencia del Banco de Inglaterra y dos días después, el ministro del Interior, Jack Straw, hacía una declaración espectacular: el Gobierno mantendría las privatizaciones hechas por los conservadores, algo que era un auténtico bombazo para la congregación laborista.

Ocho días más tarde, el 16 de mayo, Blair viajaba a Irlanda del Norte donde planteó un marco de trabajo para la paz. El 11 y el 18 de septiembre se celebraban en Escocia y Gales sendos referendos autonómicos y en aquel mismo otoño estrechaba la mano a Gerry Admas siendo el primer jefe de Gobierno británico desde la partición de Irlanda, en 1921, que se entrevistaba con dirigentes republicanos. Blair no había levantado el pie del acelerador desde su llegada al 10 de Downing Street.

Valls no solo se ha definido como 'blairista'. Su amigo Denis MacShane, que fue ministro británico para Europa, ha dicho de él que es lo más parecido a Blair que tiene Francia, un reformista, un socialdemócrata partidariodel crecimiento y la prosperidad, que no teme plantarse ante los intereses creados o desafiar  el tradicional pensamiento estatalista francés. Valls ha querido quitar la palabra 'socialista' del nombre del partido. A Blair nunca se le oyó pronunciarla.

Pero lo importante es la forma de afrontar los problemas y ahí Blair ya marcó estilo. Continuó la labor de demolición del Estado de Bienestar iniciada por Margaret Thatcher. Semiprivatizó servicios públicos, creó políticas sociales basadas en el trabajo y en la responsabilidad individual, adelgazó la administración pública  y se convirtió en el cancerbero de la ley y el orden.

La política de mano dura de Valls en esta materia tienen un perfecto antecedente en Blair. Y la reforma de trabajo de Renzi, que incluso lleva el título en inglés, 'Jobs Act', no es más que una traslación a la realidad italiana de la 'workfare' blairista --en oposición a 'welfare' (bienestar)--, por la que ya no es la sociedad la que tiene responabilidades hacia los más débiles, sino que son estos lo que las tienen hacia la sociedad.

Renzi y Valls son dos alumnos aventajados de aquel Blair que cambió a la socialdemocracia. Pero el inglés jugaba con ventaja. Había heredado una situción económica favorable y tenía el respaldo electoral masivo de los británicos. Los alumnos lo tienen mucho más difícil. Tienen que lidiar con la crisis y no se han medido con las urnas. Aspiran a ser los nuevos Blair, pero pueden acabar siendo los nuevos Zapatero. A Valls ya le están saliendo los enanos en su propio partido y en Italia, siempre hay arenas movedizas.