Editorial

Los avisos ministeriales

El Gobierno haría bien en unificar mensajes y ahorrarse estridencias en un asunto que aconseja mesura y contención

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Pese a que electoralmente pudiera resultarle tentador, Mariano Rajoy ha renunciado a encabezar en solitario la respuesta del Estado a la resolución independentista presentada en el Parlament. Por contra, ha abierto una ronda de contactos con los principales líderes políticos, incluidos los de las fuerzas emergentes aún sin representación en las Cortes, para demostrar al independentismo catalán que el rechazo a una ruptura unilateral con España no es monopolio del PP ni será revisable según cuál sea la mayoría parlamentaria tras las elecciones generales del 20-D. Tanto el jefe del Ejecutivo como su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, han dejado claro que la respuesta del Estado al Parlament y la Generalitat será «proporcionada» y en ningún caso discriminatoria para los ciudadanos de Catalunya.

Este ponderado posicionamiento oficial contrasta con las advertencias más subidas de tono que han vertido algunos ministros en las últimas horas. La terminología belicista de José Manuel García Margallo --«una sublevación se sofoca»-- solo sirve para alimentar una espiral de tensión que en nada contribuye a encauzar el conflicto. Y tampoco lo hace Cristóbal Montoro al sugerir que el pago del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) podría supeditarse a la «lealtad» de la Generalitat, cuando sus beneficiarios son proveedores ajenos a esta disputa. El Gobierno haría bien en unificar mensajes y ahorrarse estridencias en un asunto que aconseja mesura y contención, también verbales.