Dos miradas

Lengua

Quizá los castellanohablantes no necesiten tipos pintorescos como Rufián. Quizá solo quieran que les hablen de sus problemas en el idioma que sea

EMMA RIVEROLA

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Los castellanohablantes siguen habitando en una aldea irreductible para ERC. Al menos, este es uno de los datos del sondeo del Gabinet d'Estudis Socials i Opinió Pública (GESOP) para EL PERIÓDICO. Según la encuesta, Esquerra ganaría las elecciones en Catalunya, pero es la quinta opción de los votantes que declaran el castellano como lengua de uso habitual. Solo el 5,1% de ellos votarían a ERC. Este divorcio no es nuevo. A pesar de sus reiterados ensayos para acercarse a ese colectivo, el partido no consigue su objetivo. El último invento ha sido Gabriel Rufián, candidato de nuevo a las elecciones generales. El hombre que despierta el entusiasmo de unos y el rechazo visceral de otros. El problema de Rufián es que el artificio, la vacuidad y la pomposidad de su prosa producen anticuerpos en más de un hablante castellano que ve en su imagen chulesca un reflejo de los peores estereotipos y caricaturas. Una trasnochada emulación del Pijoaparte. Más producto de cierta soberbia nacionalista que de un humilde intento de aproximación al objetivo.

Quizá los castellanohablantes no necesiten personajes pintorescos. Quizá solo quieran que les hablen de sus problemas en el idioma que sea. Y, sin duda, ayudaría que la cultura catalana que se expresa en castellano también fuera bienvenida en los medios públicos. No se trata de cuotas. Ni siquiera bastaría con un respeto hoy escaso. Se necesita algo más cercano a la admiración sincera.