La legislatura se complica

El nombramiento sin consenso del fiscal general dificulta los pactos

Rajoy, en la entrada del palacio de la Moncloa.

Rajoy, en la entrada del palacio de la Moncloa.

JOAN TAPIA

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El inicio de legislatura no era fácil, pero se ha complicado. Primero porque la elección de Donald Trump es, huyendo de todo catastrofismo, un factor de inestabilidad (mayor o menor) en la economía internacional. Y ello tendrá efectos negativos sobre el euro, una moneda en construcción que no tiene detrás un Estado, sino lo que Jacques Delors calificó como un ovni (objeto volante no identificado).

El primer desafío será el referéndum italiano del 4 de diciembre, pero después vienen las elecciones holandesas (marzo), francesas (mayo) y alemanas (septiembre). Ante un 2017 difícil para Europa, a España --eslabón débil del euro, como Italia, aunque hoy somos el país que crece más-- le iría bien tener un Gobierno fuerte. O, como mínimo, relaciones fluidas entre los dos partidos con más influencia.

Pues ni lo uno ni lo otro. El PSOE está en profunda crisis tras el asesinato en el comité federal. Pedro Sánchez se equivocó con una estrategia reduccionista y muy superior a sus fuerzas y la gestora de Javier Fernandez-Susana Díaz parece más pendiente de controlar el partido que de curar heridas y crear futuro. Por eso le preocupa más la asimetría con el PSC que el hecho de que las dos últimas encuestas (CIS y 'El País') le coloquen en tercera posición, detrás de Podemos. Y un partido sin líder es difícil que sea operativo a la hora de tejer pactos. Aunque sean convenientes o necesarios.

Pero el Gobierno de Mariano Rajoy tampoco está mejor. En las encuestas el PP tiene una ligera tendencia al alza, pero más por demérito de sus contrincantes (PSOE y Podemos) que porque genere confianza. La prueba es que el 60% de los encuestados por 'El País' dicen que el nuevo Gobierno les ha causado una impresión negativa (positiva, al 32%). Difícil que un Gobierno con poca credibilidad y un partido de la oposición abierto en canal pueden llegar a acuerdos razonables.

UN NOMBRAMIENTO CLAVE

Y Europa nos pide ya un presupuesto que cumpla los objetivos pactados. Rajoy dijo el sábado en Santiago (en la toma de posesión de Alberto Núñez Feijóo) que el Gobierno está dispuesto a dialogar. Pero el primer gesto ha sido la designación --sin el mínimo intento de consensuarla-- de un nuevo fiscal general. El Gobierno tiene poder para ello pero en estos momentos se trata de un nombramiento clave y es poco sensato no intentar consensuarlo y luego pedirle al PSOE que no se oponga a los Presupuestos, lo que, por norma general, es el deber del partido de la oposición. Si a eso le añadimos que el PSOE está en crisis y que las exigencias de Bruselas parece que serán más gravosas que lo que pensaba el ministro Luis de Guindos, mal negocio.

El logro del beneficio inmediato (manos libres al nombrar al nuevo fiscal) se prioriza a la estrategia a medio plazo (consenso con la oposición).

Rajoy le gusta hablar de diálogo y repetir que querría un Gobierno de gran coalición, pero no parece dispuesto (o su equipo no sabe) a una política de pactos. Con Catalunya pasa lo mismo. ¡Lástima, porque ya hay quien dice que sin Presupuestos habrá nuevas elecciones en junio!