La rueda
La lección del 'straperlo'
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
OLGA MERINO
La corrupción se retroalimenta igual que la pescadilla se muerde la cola. Por un lado, el político corrupto se cree invulnerable; es más, considera prebendas inherentes al cargo el trapicheo, los sobres con piñata y el tráfico de favores e influencias. Por otro, el ciudadano asiste ojiplático al alud de podredumbre, una capa de mierda encima de otra en superposición impune, de suerte que acaba asumiendo el fenómeno como inevitable. El despropósito ha prodigado situaciones surrealistas, como la de la oenegé Access Info Europe, que tras reclamar información en el 2007 sobre las medidas que estaba tomando Gobierno para atajar la corrupción, no recibió respuesta alguna, pero sí una factura de 3.000 euros por las costas judiciales del proceso. Una anécdota que habría encantado aGroucho Marx.
Se detectan, sin embargo, síntomas de hartazgo, de anhelo de cambio, de hasta aquí hemos llegado. La indignación de los ciudadanos está dando paso a otro sentimiento más profundo y peligroso: el resentimiento. Conviene recordar que la Segunda República también vivió una acumulación de corruptelas que derivó en una crisis política de órdago. Primero fue el escándalo delstraperlo, acrónimo de los tres empresarios holandeses (Strauss, PerelyLowann) que inventaron una ruleta eléctrica con trampa y untaron a varios políticos para lograr la introducción del artilugio en los casinos españoles. El cambalache salpicó al Partido Radical, incluido el personajón deLerroux, quien hubo de abandonar el Gabinete. Luego se produjo el llamadoasunto Nombela, el pago de una compensación fraudulenta a un empresario a quien se le había rescindido el contrato público de que disfrutaba para conectar por barco las colonias de Guinea Ecuatorial y Fernando Poo. Uno y otro caso acabaron por derrumbar al Gobierno centrista en 1934.Rajoy, compañía y quienes los sucedan harían bien en tomar nota de las lecciones de la historia. La paciencia y la impunidad tienen un límite.
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