Editorial

Las bicicletas y los semáforos en rojo

Quedan muchas asignaturas pendientes en el tráfico de Barcelona como para hacer experimentos arriesgados

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Al interminable debate sobre los problemas del tráfico rodado en Barcelona viene a sumarse ahora una propuesta que no deja de sembrar el desconcierto. Siguiendo los aceptables resultados cosechados en París, colectivos ciclistas de Barcelona plantean que, al igual que en la capital francesa, se permita a las bicicletas saltarse el semáforo en rojo en deteminados cruces de la ciudad. Las autoridades galas han detectado que esa medida da más fluidez a la circulación y no conlleva más accidentes. Al estupor inicial de la idea debe seguir la reflexión más serena. Es cierto que el aumento de los desplazamientos en bici de los barceloneses ha originado problemas que afectan directamente a los ciclistas a la hora de compartir asfalto con automóviles, motos y peatones. Importantes han sido los pasos dados para su protección, tantos como los que quedan aún por dar. Pero en ese frenético pulso diario en la vía pública no se debe olvidar la indisciplina que exhiben una parte de sus actores, y los ciclistas no se quedan en esto a la zaga. En realidad, la experiencia francesa de desobedecer el rojo del semáforo solo vendría a legalizar una práctica habitual entre nuestros ciclistas urbanos. Cuando estamos intentando aprobar los niveles mínimos de convivencia para lograr una ciudad más pacífica y sostenible, una propuesta como la francesa parece un contrasentido. Quedan muchas asignaturas pendientes antes de hacer experimentos tan arriesgados. Por mucho que vengan de París.